PSPV
MIQUEL ALBEROLA La gótica posibilidad de que Joan Lerma vuelva a ser personaje clave en el PSPV ha despertado sonoros entusiasmos no solamente en el PP sino también entre algunos forenses. La política y la medicina gore se dan la mano en homenaje a Mary Shelley. Tras dieciocho años en la secretaría general del partido, doce en la presidencia del Consell y uno en el Ministerio de Administraciones Públicas -sin menospreciar la peripecia de una heroica Consejería de Trabajo en la preautonomía-, no ceja en retomar las riendas que un día sólo soltara como reflejo obligado del gesto de Felipe González. Hubiera podido eclipsarse discretamente tras un acta de europarlamentario, mantener desde la distancia una cierta aureola referencial en el partido y, dentro de unos años, aspirar a presidir Bancaixa. Prefirió lo contrario: parar el tiempo, enmendar la historia y redimir a un partido que durante catorce años no ha tolerado más pluralidad que la que él impartió desde el clientelismo, esquilmando cualquier atisbo de heterodoxia con los medios a su alcance, que fueron todos. El resultado no es otro que un partido sin cultura de integración, al que no le importa estrellarse en un congreso, y que trata de suprimir la memoria para que nada parezca lo que fue. Quizá para que sobre esta confusión puedan chapotear unos renovadores cuya mayoría hace apenas tres años eran ¿simplemente? lermistas con fervor, y ahora unos profesionales del énfasis y la reticencia respecto a quiénes no deben presentarse a la secretaría general por las nefastas consecuencias que ello acarrearía, aunque escondiendo tras trayectorias muy opacas su proyecto integrador y, como siempre, a Lerma. Dicho sea con ímpetu renovador. De toda la vida, como el de los hermanos Bodí, los de la avioneta, el pacificador Mira-Perceval o aquel Bevià que fuera la mano derecha de aquel otro Martín Toval (que a su vez lo fue de Alfonso Guerra), por no decir su tocayo Sevilla, otro que tal lo arregla. Con el beneplácito de Zaplana, a quien no le dan pavor estos fiambres o pillados por las partes sensibles (¿las subcontratas?). Socorro.
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