Un milagro de emoción
Raro es el año en que la música española no hace su aparición en Utrecht. Después de los conciertos programados en la edición precedente en torno a la figura de Felipe II, y antes de la previsible conmemoración de Carlos V el año que viene, el jueves pudo escucharse la reconstrucción musical de una misa en la capilla real de Granada a comienzos del siglo XVI, en pleno esplendor del reinado de los Reyes Católicos. Y también va a recordarse el cuarto centenario de la muerte de Francisco Guerrero, una de las luminarias de nuestro Renacimiento. El eje de la propuesta de Dominique Vellard es una misa del portugués Pedro de Escobar, maestro de capilla de la catedral de Sevilla entre 1507 y 1514. Las secciones del Propio proceden de una fuente granadina de la época aportada por el musicólogo catalán Màrius Bernadó. Y, junto a las voces, claro, los ministriles, encarnados aquí en el extraordinario grupo Les Haulz et les Bas, cuyos miembros entraron en procesión al interior de la catedral tocando un motete de Josquin. A partir de ahí, se sucedieron los pasajes en canto llano y la polifonía, a cappella o doblada por los instrumentos altos (chirimías, bombarda y sacabuches). El Ensemble Gilles Binchois, con el vitoriano Carlos Mena como contratenor, ha llevado ya al disco la música de Escobar, en concreto su Requiem, la primera misa de difuntos conservada de un autor ibérico. Su versión de esta misa acusa la falta de rodaje y una convivencia no siempre fácil con los instrumentos de viento, que mejorará cuando se logre un mayor equilibrio con las voces.
Entorno histórico
La idea, sin embargo, es extraordinaria y esta música, así interpretada, se reviste de una dimensión diferente y nos devuelve una buena parte del entorno histórico que la vio nacer. Aún no se ha estudiado con el detalle que merece la importancia del patronazgo musical ejercido por los Reyes Católicos, aunque se anuncia para este otoño la aparición de un amplio estudio sobre el tema escrito por la musicóloga inglesa Tess Knighton. Interpretaciones como la escuchada en Utrecht, que aún tienen mucho de experimental, sirven también para arrojar luz sobre un repertorio que tenemos en exceso olvidado. De las decenas de conciertos que se suceden aquí en tropel día tras día deben destacarse necesariamente los dos ofrecidos por el grupo francés Doulce Mémoire. En el primero, con música de danza del Renacimiento, se acercaron tanto al ideal de fundir con naturalidad memorización e improvisación en este repertorio que, lejos de aburrir al público con una música formulista y reiterativa, desataron aplausos de entusiasmo. El segundo, centrado en torno a la chanson francesa del siglo XVI, fue un modelo de concepción, de realización y de dominio del espacio escénico. Las tres piezas de Dominique Phinot, un milagro de emoción y sensibilidad, quedarán como uno de los momentos imborrables de este festival.
Babelia
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