El centenario de Borges
En el centenario del nacimiento de Jorge Luis Borges,creo justo recordar que el más temprano conocimiento del escritor argentino, la correspondencia más intimista y el trato más frecuentado por cualquiera de nuestros compatriotas le corresponde a Fernando Quiñones Chozas, el fallecido hombre de letras gaditano. Él y el que esto suscribe fuimos, entre otras relaciones, correspondencias y admiraciones, los que recibimos en solitaria noche, sin presencia oficial, a Borges y a su madre, doña Leonor de Acevedo, en el viejo aeropuerto de Barajas. Personalmente, me confesó el ciego maestro que su ilusión por retornar a España, de la que faltaba desde 1918, estaba basada en dos razones principalísimas y prácticamente únicas: abrazar a Quiñones y reencontrarse con su viejo maestro, don Rafael Cansinos Assens. De ambas ilusiones fui testigo afortunado, y lamento la triste ausencia de Quiñones, ya que nadie como él podía realizar un atinado e interesantísimo retrato del maestro abierto de corazón ante una circunstancia que él mismo, a pie de retorno, calificó como "de las mayores emociones de su vida". Desde su particular lucero, mi fraternal Fernando recordará aquella jornada en la que tanto hablamos y tanto aprendimos. Y el devoto y lloroso silencio del maestro Borges ante don Rafael Cansinos, compañero de tantas cosas en la brillante juventud del escritor porteño. Un encuentro que merece la pena recordar hoy, al tiempo que, personalmente, recuerdo con acentuado cariño al gaditano que me abrió la puerta al ciego maestro con el préstamo en 1952 de Otras inquisiciones. Que el buen Dios haya reunido a ambos.
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