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ABECEDARIO ANDALUZ Epílogo (I)

A. R. ALMODÓVAR .Llega el momento de las puntualizaciones y de alguna reflexión inicial, que en materia tan delicada como ésta del habla andaluza no resultará ociosa. Mucho se quedó en el tintero, inevitablemente. Nada dijimos, por ejemplo, de entonación, ni del ritmo de la frase, ni del timbre de la voz, ni de semántica andaluza. Asuntos de la mayor importancia, aunque poco estudiados. Nada tampoco de diglosia, o situación de bilingüismo clasista en que se desarrolla el aprendizaje de la lengua en nuestra comunidad, entre una norma dominante, la estándar o madrileña, y otra dominada, la andaluza. Los profesores Jerónimo de las Heras y María Dolores González trabajan audazmente en un método para impulsar las ventajas intelectuales de un aprendizaje simultáneo de los dos registros. Interesantes vericuetos de la psicolingüística. Con ganas nos quedamos de adentrarnos en la conquista de América por el andaluz, allí donde reinan nuestros aventar, alcancía, alcaucil, manque, perol, prometer (asegurar)... A primeros de mes, un abogado chileno de las víctimas de Pinochet hablaba de "esa tontera del arbitraje", utilizando un término bien vivo en Huelva, claro. Y a qué seguir. Precisaríamos otro abecedario sólo para matices y olvidos. Cuestión sustantiva de esta serie fue, naturalmente, la definición misma. ¿Qué es el andaluz? Muchas denominaciones se han propuesto, todas controvertidas: habla andaluza, hablas andaluzas (algunos ponen tanto énfasis en el plural que no parecen utilizar este morfema sino como disolvente; como si el castellano no fuera plural o el español de América fuese homogéneo de la Patagonia a Nuevo México); dialecto andaluz (hoy, por fortuna, todos parecen rechazarlo); español meridional, empleada por José Mondéjar. Con ésta expresamos nuestro acuerdo, además de habla andaluza o sólo andaluz. Una razón, entre muchas: bastante hemos sufrido ya los andaluces bajo el cliché de vulgar y gracioso, adjudicado a nuestro modo de hablar, como si fuera una suerte de anomalía pintoresca del castellano, que mereciera ser tratada fuerparte. No queremos estar aparte de nada, sino dentro del mismo meollo del español, como forma evolutiva y de vanguardia que siempre fue el andaluz, hasta alumbrar una nueva norma, complementaria de la de Castilla: la norma andaluza, base a su vez de un español atlántico, o norma de ejemplaridad panamericana, en expresión de Coseriu. Bien claro lo dejó don Emilio Alarcos: "Hoy día concurren normas cultas diversas en los vastos territorios donde se practica el español como lengua materna". Y con esto nos ratificamos en la necesidad, político-social ante todo, de que configuren una norma de andaluz culto, o andaluz ejemplar, para uso público fundamentalmente; incluyendo en lo público, cómo no, los medios de información audiovisuales, donde reina la más absoluta anarquía lingüística, como mañana veremos.

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