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Un proyecto largamente acariciado

La idea de tirar la vieja maternidad y levantar un nuevo edificio muy mejorado se empezó a manejar hace nueve años. El arquitecto Rafael Moneo fue el elegido para diseñar la reforma de la gran manzana sanitaria que delimitan las calles de O"Donnell, Máiquez, Doctor Castelo y Doctor Esquerdo. La idea, al fin oficializada con un convenio entre la Consejería de Sanidad y la Dirección Provincial del Insalud el 10 de febrero, consistía en crear habitaciones de una sola cama en obstetricia y ginecología, de modo que un acompañante pudiera hacer noche junto al paciente. También se quería integrar en la misma planta los paritorios, quirófanos y unidades de cuidados intensivos, "para no tener que meter a pacientes de alto riesgo en ascensores o recorrer pasillos interminables", en descripción de algunos profesionales de la casa.El edificio se había previsto con siete plantas en altura, dos sótanos, diez salas de paritorio y dilatación (en el demolido sólo había tres) y una inversión superior a los 9.000 millones de pesetas, de los que 4.000 provendrían de las arcas de la Unión Europea. El proyecto también incidía en que las madres se pudieran quedar con sus hijos hospitalizados, que dispondrían de salas de juego, jardines y un taller escuela. Dieciocho meses serían suficientes para erigir el nuevo inmueble. El nuevo consejero de Sanidad da por buenas estas cábalas, pero tiene el pálpito de que Madrid no necesita un nuevo complejo hospitalario de estas dimensiones. Y aduce que no está poniendo en duda los cálculos de su predecesora, Rosa Posada, que remató su legislatura con la demolición, el pasado 1 de mayo, del viejo complejo materno-infantil. "En realidad, en todo el expediente hay abundante documentación que se remonta a 1992 o 1993, en plena época de Pedro Sabando [último consejero socialista de Sanidad]. Por ello, nadie debería ver nada raro en que haya querido actualizar toda la información para decidir a conciencia", razonó.

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Mientras no haya nuevo hospital, los pacientes se han repartido entre Santa Cristina, el Clínico San Carlos y el Gregorio Marañón, en situación precaria: "Con goteras, salas de espera pequeñas, salidas de quirófano junto a un ascensor y calor sofocante", describen los trabajadores.

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