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CATÁSTROFE EN TURQUÍA

El miedo a otro seísmo echa a los turcos a la calle

El terremoto derrumbó al menos 5.000 edificios y otros 70.000 quedaron afectados

Juan Carlos Sanz

Las víctimas parecen haber perecido aplastadas en unas viviendas construidas sin medidas antisísmicas al amparo del desarrollismo y la especulación urbanística que se desataron en el este del país, donde viven la mitad de los 62 millones de turcos, en los últimos 20 años. Los nervios son muchos. Anoche, decenas de miles de habitantes de Estambul volvieron a dormir, por cuarta noche consecutiva, en los abarrotados parques de la ciudad después de que el Instituto Sismológico de Turquía informara del riesgo de que se produjera una nueva sacudida sísmica. A última hora de la noche, el responsable del centro, Mehmet Ali Isikara, se desdijo e intentó tranquilizar a la población al asegurar que no se producirá un nuevo temblor: "La gente puede retornar a la vida normal mañana por la mañana". A lo largo de la tarde, el organismo había asegurado que se habían producido "210 réplicas en tres horas". La última de importancia, con epicentro en Izmit y una magnitud de 4,8. La actividad sísmica en el noroeste del país es, según los expertos, "inusual", y Orham Tasanlar, gobernador de la región de Bursa (230 kilómetros al sur de Estambul), llamó a los dos millones de habitantes de la zona para que no permenezcan en las casas, aunque no hayan sido gravemente dañadas.

60 horas sin sonreír

Y mientras los vivos luchan contra el fantasma del seísmo, en los escombros se lucha contrarreloj para encontrar supervivientes. Ayer, en el colapsado hospital de Izmit, Murat Demitras, de seis años, sonreía ayer por primera vez en más de 60 horas mientras era atendido en una camilla instalada en un patio, bajo una lona de camuflaje militar. El pequeño acababa de ser rescatado por un equipo estadounidense después de haber quedado sepultado bajo su propia casa. "Parece que está bien, pero sufre una deshidratación muy grave y fuertes contusiones", explicaba una enfermera mientras Murat era evacuado hacia un hospital de Estambul, a unos 100 kilómetros al oeste. Su delgado cuerpo presentaba magulladuras en brazos y piernas y una herida en la cabeza. Su mirada vagaba extraviada al ser llevado en brazos a la ambulancia. Fue una de las pocas víctimas del terremoto que ha salido de su entierro en vida. Más de 75.000 edificios han quedado dañados en la región afectada por el seísmo y cerca de 5.000 de ellos se han venido abajo. La pestilencia de los cadáveres en descomposición se extiende por numerosas ciudades, mientras la pista de patinaje sobre hielo de Izmit se ha convertido en un inmenso depósito de cadáveres. La autopista que enlaza Estambul con Ankara sigue cortada a partir de la zona donde se han registrado las mayores destrucciones. Las columnas de humo que se desprenden de la refinería de Izmit ensombrecían el cielo a primera hora de la mañana de ayer, aunque el siniestro parecía empezar a ser controlado. El suministro eléctrico y de agua sigue sin restablecerse en ciudades como Sakarya, donde miles de personas acampan a la intemperie tras haber perdido su hogar.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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