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CATÁSTROFE EN TURQUÍA

Edificios de cartón y leyes de papel

Cuando el suelo de Adana, al sur de Turquía, tembló el año pasado y mató a 145 de sus habitantes, los diarios turcos llamaron la atención sobre la debilidad de las construcciones ilegales. Ayer, el periódico Hurriyet volvía a titular en su primera página: ¡Asesinos! "Una vez más edificios podridos, una vez más ladrones, constructores sin escrúpulos", decía el editorial de este diario, que recordaba cómo ayer, al pie de los escombros, los vecinos enseñaban los materiales defectuosos y el cemento hundido.La polémica no es nueva en Turquía, donde el 98% de sus 62 millones de habitantes vive en zona de alto riesgo sísmico, pero se reaviva cada vez que un terremoto riega de cadáveres el país. Tras un seísmo en 1992, organizaciones civiles, con la ayuda del Banco Mundial, comenzaron un estudio para modificar la legislación sobre construcción. Pero ese informe sigue abierto y sin acabar. Cuando Adana sufrió el terremoto, algunos constructores fueron juzgados y encarcelados, pero el Gobierno estudia ya indultarlos. Ayer, el primer ministro turco, Bulent Ecevit, trató de restar importancia a las acusaciones vertidas por Hurriyet al indicar que la magnitud del desastre causado por el terremoto del martes "no es culpa sólo de los constructores".

"Si quieren encontrar al verdadero culpable, tienen que buscar a los sucesivos ministros de Vivienda y a los funcionarios de ese ministerio", dijo ayer Fikri Kaya, presidente del Colegio Oficial de Ingenieros Caminos.

Un funcionario del Gobierno, que no quiso identificarse, insistió en que hay leyes de sobra, pero el problema es aplicarlas. "Los inspectores de vivienda firman habitualmente los informes sin haber visitado la construcción". También señaló la falta de profesionalidad en el sector de la construcción: "Uno se puede convertir en constructor de la noche a la mañana".

Algunos observadores internacionales propusieron ayer que se imponga la obligación de asegurar los edificios como única posibilidad de controlar su calidad. De este modo, los propios constructores estarían interesados en que los edificios "no se caigan con el primer temblor".

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