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Kamen afirma que Inglaterra llevó a España a la guerra de Sucesión

Un curso analiza en El Escorial la época de Felipe V

"La guerra de Sucesión (1704-1714) fue impuesta a España por Inglaterra", dijo ayer Henry Kamen, uno de los más prestigiosos historiadores de la Inquisición, el periodo de Carlos II y la figura de Felipe II, en la sesión inaugural del curso Sociedad, cultura y cambio dinástico: Felipe V, organizado por la Universidad Complutense y dirigido por Jaime Contreras. "Implicó por vez primera a toda España, pero los combatientes fueron extranjeros; fue la única guerra que tuvo por resultado un cambio dinástico", añadió Kamen.

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"Y fue una guerra cuyas consecuencias, dentro de lo malo de toda contienda, no fueron nefastas para el futuro del país", continuó el historiador sobre un conflicto que enfrentó básicamente a Inglaterra y Francia en los mares y el suelo de España. Londres apoyaba al archiduque Carlos de Austria contra el francés Felipe de Anjou, que acabaría reinando en Madrid con el nombre de Felipe V y el apodo de El Animoso en dos etapas: 1700-1724 y 1727-1745. De él se ha dicho que era un "loco con intervalos de lucidez" y se ha pintado como un obseso sexual dominado por su segunda esposa, la italiana Isabel de Farnesio. Pero los historiadores que ayer analizaron su figura y su reinado aportan una visión más rica y compleja.Kamen reconoce que FelipeV "no sabía español cuando comenzó a reinar con 17 años, y siguió sin saberlo; en la corte hablaba francés. Pero no fue un rey absolutista, sino más bien alguien que no tenía ninguna teoría política. Desde el principio todos dudaron de él, y además la guerra que le afirmó en el trono supuso el descabezamiento de la nobleza, de lo que Teófanes Egido ha denominado "el partido español", y siempre tuvo en contra a los Grandes. El rasgo que mejor le caracteriza es que a los 19 años se aficionó a la guerra: en el combate se sentía adulto. Fue el primer rey español desde Carlos V que participaba personalmente en la batalla, y el último que lo ha hecho".

Pero en el caso de la guerra de Sucesión hay muchos elementos que la diferencian de cualquier conflicto civil. "Los españoles", dice Kamen, "se vieron forzados a elegir entre ambos bandos, pero la inmensa mayoría de las víctimas fueron soldados extranjeros. La guerra hizo perder a España todo su comercio exterior. Políticamente, pierde Italia; militarmente, Inglaterra se queda con Gibraltar y Menorca. América la conserva España, pero de hecho ya estaba bajo el control del inmenso poderío naval inglés, contra el que España nada era capaz. Y, pese a todo esto, España sale de la guerra bien situada para superar su postración". La transición de los Austrias a los Borbones ha sido contada por la historiografía con demasiados tópicos y sin claroscuros, manifestaron los ponentes. Para Luis Miguel Enciso, académico de la Historia y catedrático de la Universidad Complutense, la España que hereda Felipe V "ya no es primera potencia, pero sigue siendo el mayor imperio y una potencia notabilísima". De ahí la importante política internacional auspiciada por el monarca y su secretario italiano, Alberoni, que lleva a intervenciones en Cerdeña y Sicilia y que hará que el hijo de Felipe e Isabel de Farnesio, Carlos III, sea Carlos VII en Nápoles. Enciso ve a Alberoni como un personaje clave, "triunfador y derrotado". "Lo importante de Alberoni fueron sus apuestas internacionales. Quería que España fuera el árbitro de Europa. No lo consiguió por la complejísima relación de fuerzas". "Su fracaso en 1718 en Sicilia lleva a España al aislamiento internacional, y él cae un año después. En 1724, el monarca tiene que abdicar".

Felipe V encarna el cambio de dinastía y de siglo. Alfredo Alvar, del CSIC y de la Universidad Complutense, matiza el posible espejismo de ruptura. "Siempre se nos ha enseñado que el último Austria, Carlos II el Hechizado (1665-1700), era enfermizo y débil, y se dejaba la duda de si lo era él o lo era su reinado. La propaganda borbónica hizo, lógicamente, hincapié en eso. Pero, pese a las graves crisis económicas del último tercio del XVII, hay intentos serios de contrarrestar el sentimiento que alguien expresó así: "Parecemos indios que somos los últimos en enterarnos de lo que pasa en Europa".

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