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Reportaje:

"Opus 99 en sol mayor"

Nada más llegar a la Escuela de Verano de Lucena se advierte que no es como las demás. Por aquí y por allá se ve pasar a los chavales. Unos con la toalla al hombro, camino de la piscina; otros esperando a que se abra el comedor; los de más allá charlando en un banco. La escena es normal si no fuera por el ruido de fondo, un tanto inusual en los campamentos de verano habituales. La música inunda el centro municipal Los Santos. Chopin, Bach o Beethoven son tres más de los participantes en la escuela, compartiendo actividades con los 51 alumnos de entre 11 y 18 años que, venidos de toda España, dedican las vacaciones a perfeccionar su propio estilo musical. Seis monitores y 17 profesores, procedentes de conservatorios de todo el territorio nacional e, incluso, del extranjero, velarán por el éxito del curso. Atrás quedó la dura selección para acceder a una de las plazas de la escuela. Atrás, la grabación en vídeo, y la actuación en directo. Sólo 51 de los 204 aspirantes pasaron la prueba, y eso que se añadió una plaza ante la reñida disputa para conseguir las 12 becas de violinista. Ahora lo importante es disfrutar de las vacaciones. Piscina y partitura, coro y merienda, solfeo y guerra de almohadas. ¡El verano perfecto! Juan Carlos tiene 12 años, toca el piano desde los cuatro, y no ve ningún problema en venir desde Valladolid para participar en la escuela. De hecho, éste es su segundo año. Su día empieza temprano. A las 9.30 es la primera clase, y antes hay que dejar el cuarto recogido y pasar por el comedor. Lección de piano individual, estudio y música contemporánea son las actividades de la mañana. A mediodía, piscina, comida y siesta. Por la tarde, más clases. Y además, coro. Juan Carlos asegura que es muy divertido y ya piensa en volver el año que viene. Sus comentarios son los de cualquier niño normal, alegre y divertido, deseando salir en la foto. Rápidamente, relata la guerra de almohadas o las conversaciones hasta bien entrada la madrugada. Preguntado por las niñas, se ríe. Es aún pequeño, pero cuenta las batallitas de los mayores, que, por supuesto, haberlas, haylas. Una sola cosa rebela a Juan Carlos: las sesiones de música contemporánea. "Parece que tocan el piano a hachazos" o "está todo desafinado" son sus comentarios más benévolos. El profesor de esta disciplina, el pianista y director de orquesta Arístides Carra sonríe cuando se le comentan las impresiones del chaval. "Es una música difícil de oír, pero deben de hacerse el oído y conocer las nuevas tendencias de este siglo". Según explica el maestro, Stravinski no le preocupa; "eso es algo que llegarán a amarlo solos", lo que es más difícil es llegar hasta Messiaen, Kurtag o Webern. "Al menos tienen que conocerlos", argumenta Carra. Pasear por las habitaciones de Los Santos es una delicia. Al tiempo que dos pequeños se gastan bromas en el pasillo, se oye la melodía del violín. Las conversaciones furtivas en los cuartos, sentados en las literas, se hacen mientras el compañero de abajo afina el violonchelo. El do, re, mi, se mezcla con los chistes y el ligoteo en los 26 días que dura el campamento. Por si fuera poco, y para completar su formación, la última semana de la escuela coincide con las clases magistrales a alumnos mayores de 18 años -una dura selección de 10 jóvenes genios- y el Festival Internacional de Piano Ciudad de Lucena, a cuyos conciertos asisten los chicos. La opinión es unánime: todos están encantados y ya sueñan con volver el año que viene. Sin duda, un verano diferente.

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