Los peregrinos de la red
Es una forma de peregrinaje. Han viajado por tierra mar y aire, con el ordenador bajo el brazo; han acampado en el Centro Eurolatinoamericano de la Juventud de Mollina (Málaga); han instalado sus equipos en un pabellón deportivo y se han conectado a una red local que les une en una especie de hermandad informática. Ahora tienen una semana por delante para aprender a diseñar páginas web y a hacer música por ordenador, entre otras cosas; para jugar al Quake y perseguirse por laberintos vertiginosos; y, en los ratos libres, para alternar conferencias, mesas redondas, concursos y esparcimiento en la piscina. La tercera edición del Campus Party, organizado por el Instituo de la Juventud, es esto y más. Porque por primera vez en España, esta fiesta se celebra también on line. Esto quiere decir que, además de los 650 participantes que están allí en carne, hueso y ratón, muchos otros acceden a través de Internet. Hay cámaras que retransmiten en tiempo real lo que sucede en los distintos escenarios de Mollina a través de la red. Para verlo sólo hay que acercarse a la dirección www. campus-party.org. "Esta es la misma celebración para todos", explica Belinda Galiano, la presidenta de la Asociación E3Futura, que está en la organización, "sólo que no nos vemos las caras". Camaradería cibernética Reina un ambiente de camaradería. La mayoría son muchachos jóvenes y más bien pálidos, con bermudas, sandalias y teléfono móvil. Algunos llevan cascos para concentrarse mejor en lo que sucede en su pantalla; unos pocos evitan todos los estímulos del exterior tapándose la cabeza con la toalla de la piscina. Beben refrescos y no fuman; está prohibido por cientos de cartelitos. Y hacen chistes técnicos incomprensibles para el resto de los mortales. Por el suelo hay 12.000 metros de cables, unidos en gavillas gordas como anacondas. Son los que conectan todos los ordenadores, los que permiten que Julián Lava -alias Julius-, y Paco Martín - alias PirPac-, que vienen de Barcelona, estén jugando al Quake con dos desconocidos apodados respectivamente Porcino y Kolorao. La primera impresión es que andan masacrándose por los sótanos de un castillo medieval con la ayuda de hachas ensangrentadas y escopetas de cañones recortados, pero según Paco y Julián no es así; nada de violencia. "Es un juego educativo, en el que se descargan muchas tensiones", explican. "Que quede claro que aquí no se asesina a nadie". Pero los letreros que aparecen en la parte superior de sus pantallas no son demasiado tranquilizadores: "Porcino ha destripado a Kolorao", por ejemplo. Julián tiene 20 años y trabaja como cocinero; para él, esto es una afición. Y el suyo es un caso poco frecuente, porque la mayor parte de los participantes son informáticos de profesión o están en vías de serlo. Como Sergio Martínez, un gallego de 22 años que es informático "desde siempre, desde que conseguí un ordenador en séptimo de EGB". Mira dubitativo el bolígrafo y la libreta y suspira: "hace muchísimo que no escribo a mano". Luego, comprensivo, añade: "pero claro, no puedes ir a todas partes con el portátil". Sergio se dedica "a crear mundos en tres dimensiones" utilizando lo que llama "códigos puros"; fabrica lugares con apariencia de realidad empleando sólo números, sin utilizar ningún otro medio. "Muchas matemáticas y mucha álgebra", señala orgulloso, y reivindica su condición creadora. "Nuestro mundo es arte informático. Somos de la vieja escuela: hoy los ordenadores no son más que comercio, les da igual que los productos sean malos. Es el caso de Microsoft, mucho dinero y muy poca calidad. Bueno, pues a nosotros no nos da igual". Sergio, que estudia Informática en una universidad británica en Madrid, es un ejemplo claro de peregrinante cibernético. Cada año acude a cinco o seis de estas reuniones, en A Coruña, Lugo, San Sebastián, Valencia... Su mente también viaja; se las ha arreglado para que su ordenador se dirija a él en japonés. "Así aprendo", sonríe. Pero el lenguaje predominante a su alrededor es el inglés, sea sólo o mezclado con español en un dialecto peculiar propio de los internautas. Que, a estas alturas, andan alborotados porque Rik Van Riel va a dar una conferencia dentro de diez minutos. El holandés estelar Rik Van Riel es, sin duda, la estrella del día. Tiene 21 años, vive en la ciudad holandesa de Gromingen, y, según el dictamen general, "es un genio". En 1994, cuando era apenas un adolescente, se dio cuenta de que para hacer lo que quería con su ordenador necesitaba más memoria; como no podía pagarse un equipo más potente, decidió investigar el modo de sacar el máximo partido al suyo. Y triunfó. Ahora este muchacho alto, desgarbado, de manos largas y aire tímido, es responsable de un sistema revolucionario de gestión de la memoria, además del fundador de la Asociación Europea de Usuarios de Linux. Que es un sistema operativo alternativo, gratuito y muy accesible, que tiene cada vez más éxito y más difusión, gracias, entre otras cosas, al activismo de sus defensores. "Este año han venido al Campus 130 linuxeros", explica Belinda Galiano, "100 más que el pasado". El exitoso Van Riel es un modelo para muchos de los participantes, y también para los organizadores. Elena Azpiroz, del Instituto de la Juventud, deja claro que un objetivo de la fiesta es "acercar las nuevas tecnologías de la información a los jóvenes, tanto por diversión como por crear empleo". Al fondo, Van Riel y Sergio miran desalentados una máquina que falla insistentemente y hacen una mueca de resignación. Sergio se da la vuelta y sentencia: "Odio los ordenadores. A ver si los dejo algún día".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.