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"La gente va cogiendo confianza con nosotros"

Los legionarios españoles garantizan la cohabitación pacífica de serbios y albaneses

Jorge Marirrodriga

ENVIADO ESPECIAL"Hemos pasado mucho miedo; ahora, por lo menos, ya podemos dormir tranquilos". El serbio que dice esto, trabajador de la construcción en paro, decidió quedarse en su vivienda en un pequeño pueblo al noroeste de Kosovo tras la salida de las tropas yugoslavas de la región. "No pude marcharme a ningún sitio, no tenía a dónde ir", argumenta. Es casi medianoche y hace poco más de un mes no habría querido hablar con ningún extraño a estas horas o lo habría recibido a tiros. Sin embargo, ahora, junto a su mujer y una vecina, conversa pacíficamente en el porche de su casa, una construcción de dos plantas junto a la iglesia de Crkolez, e insiste en invitar a café a sus visitantes nocturnos, miembros de una patrulla del Ejército español, cuya presencia en la zona, fronteriza con Montenegro y Serbia, está garantizada las venticuatro horas del día. El alférez Gutiérrez Paris rechaza amablemente el ofrecimiento. "Tenemos que continuar", dice, y, tras despedirse en serbocroata, reanuda la patrulla por la zona, que se prolongará hasta bien entrada la madrugada. "Cuando llegamos aquí sólo había serbios y todos eran hombres; poco a poco han comenzado a volver los albaneses, primero también sólo los hombres y luego se han traído a sus familias", explica el militar mientras la tanqueta en la que viaja se abre paso por unos estrechos caminos rurales en medio de la oscuridad. A un lado y a otro se elevan, tras las vallas de piedra o ladrillo, diversas casas a cuyos propietarios el alférez identifica casi con anticipación. "Las de los albaneses se distinguen muchas veces porque no están completas. Muchas veces les falta la pintura en la fachada. Lo hacían para no pagar a los serbios el impuesto de finalización de obra". Las dos tanquetas que se desplazan bajo una fina lluvia por Crkolez están en contacto permanente con la base en Rakosh. Durante la noche, su trabajo consiste en identificar a las escasas personas que se cruzan en su camino, vigilando especialmente que no lleven armas y en acudir donde se produzcan posibles incidentes. "Prácticamente conocemos a todos los vecinos y sabemos quién es de aquí y quién no. Los representantes locales nos facilitan una lista con los nuevos vecinos y nosotros tratamos de mantener contacto con toda la población, ya sean serbokosovares o albanokosovares. Aunque las noches son tranquilas, con la cantidad de armas que hay es inevitable que alguien, que por ejemplo ha bebido más de la cuenta, dispare al aire", dice Gutiérrez. "Es una zona tranquila, pero que quede claro que lo es porque estamos presentes en todo momento y los soldados están trabajando a destajo", subraya el capitán Agustín Carreras, de la VII bandera de la Legión, cuya compañía está ubicada en una escuela de Rakosh. Las primeras semanas fueron las más duras: denuncias de saqueos, incendios y el hallazgo de cadáveres y enterramientos clandestinos formaban parte de la rutina. En las dos últimas semanas, los incidentes se han tornado mucho más aislados. "Con nosotros ocurre aquí un poco como con la Guardia Civil rural. Se trata de estar presentes para evitar cualquier incidente". En medio de la noche es fácil distinguir cualquier luz en movimiento. En esos casos, los militares españoles proceden a detener el vehículo, identifican al ocupante y, si lo estiman oportuno, lo registran. Cada patrulla lleva dos traductores, uno serbio y otro albanés, y el trato (al igual que sucede con la mayoría de los contingentes de la Kfor en Kosovo) suele ser cordial. "Los albaneses en general no te mienten sobre el origen de lo que llevan encima, incluso cuando han robado algo. Hay veces que ves a alguien con un tractor cargado de muebles, les paras y te explican que a ellos les han quitado todo, otras veces te dicen que es suyo y, claro, no les vas a pedir la factura", afirma Gutiérrez Paris. Sin embargo, la tensión se mantiene en la zona. Tanto en Crkolez como en el vecino Suvo Grlo es posible ver casas (sobre todo de albanokosovares) incendiadas e incluso alguna trinchera cavada por los vecinos serbios y que servían como defensa durante los enfrentamientos con los albaneses. Viven juntos, pero de espaldas. "Si le podemos llamar convivir a decir que, por lo menos, no se matan, entonces están conviviendo", opina el capitán Carreras. Ambas comunidades han recibido bien a los españoles. Los albanokosovares porque han podido regresar a sus casas y los serbios porque se ven a salvo de la venganza de sus vecinos. "Desde el primer momento hemos tratado de no hacer ninguna demostración de fuerza, y la gente va cogiendo confianza con nosotros", dice el alférez. Los soldados españoles, además de vigilar, realizan tareas de ayuda a la población y de colaboración con organizaciones humanitarias. "Una de las primeras cosas que les conseguimos fue el fluido eléctrico. El problema era que los técnicos de las compañías eléctricas no querían subir a la zona porque no se sentían seguros. Nosotros les hemos garantizado esa protección", explica el capitán Carreras. La patrulla se detiene en un cruce de caminos para establecer un control, soportando la lluvia que cae cada vez con más fuerza. Antes de alba serán reemplazados por otros soldados.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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