La oposición afirma que Pujol se repite y no son creíbles sus reivindicaciones soberanistas
Mayor coincidencia, imposible. Todos los partidos de la oposición política catalana reaccionaron por igual ante las palabras del presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, quien el domingo ante las juventudes de Convergència se fijó la próxima legislatura como la definitiva para resolver el encaje de Cataluña en España. Después de 20 años al frente del Gobierno, el discurso soberanista y "repetitivo" de Pujol ya no resulta creíble para ningún partido de la oposición. "Es como el cuento del pastor que siempre anuncia que viene el lobo", coincidieron en declarar PSC y ERC.
Pujol apostó en la escuela de verano de la Joventut Nacionalista de Catalunya (JNC) en "hacer un órdago", una "apueta arriesgada" frente al Gobierno central durante la próxima legislatura para resolver definitivamente el "problema histórico" de Cataluña con España e incrementar su techo competencial. El presidente del Ejecutivo catalán alertó de que CiU dejará de ser "condesciente y pactista hasta el extremo" con Madrid y manifestó que Cataluña no puede ser considerada como el resto de comunidades autónomas españolas ante el intento del PP y del PSOE de banalizar las autonomías. Lo que sonó a un serio aviso por parte de Jordi Pujol parece que no provocó la misma sensación en el resto de formaciones políticas catalanas a tenor de las manifestaciones expresadas ayer por sus dirigentes. Todos ellos coincidieron en calificar de "repetitivo" el discurso soberanista del dirigente catalán tras más de 20 años presidiendo la Generalitat. Los más explícitos fueron los parlamentarios del Partit dels Socialistes (PSC), Joaquim Nadal, y de Esquerra Republicana (ERC), Ernest Benach. Ambos utilizaron el símil del cuento del pastor que siempre anuncia que viene el lobo y al final "nadie se lo cree". Discurso victimista "Pujol ya ha abusado demasiado del cuento de la lagrimita y del discurso victimista", manifestó el jefe de la oposición catalana, el socialista Joaquim Nadal, quien además advirtió al presidente de la Generalitat que si en la próxima campaña electoral continúa en esta línea "nadie le va a creer". Para Nadal, las declaraciones del dirigente nacionalista demuestran el agotamiento de su proyecto político, motivo por el cual opta por un discurso constante de reivindiación nacional debido a su "incapacidad por profundizar en el autogobierno de Cataluña". Por su parte, el candidato socialista a la presidencia de la Generalitat, Pasqual Maragall, de visita oficial en Zaragoza, acusó a su contrincante de "cargar siempre los muertos a Madrid y acusar a los de aquí [PSC] de ser amigos de Madrid". Para Maragall, Pujol no puede seguir vendiendo siempre la "misma mercancía". El dirigente republicano y miembro de la mesa del Parlament, Ernest Benach, calificó el discurso del presidente catalán de simple "proclama patriotera sin credibilidad y nada práctico" porque a su juicio son las mismas palabras que lleva repitiendo desde que accedió a la Generalitat. Benach se mostró convencido de que en la campaña electoral Pujol recurrirá de nuevo a las "grandes proclamas patrioteras", lo que comparó con el "sidral" producto que al disolverlo en agua provoca una oleada de espuma pero que después "baja enseguida". El vicesecretario general independentista, Joan Puigcercós, añadió que otro de los temas de discusión en la campaña será "la nefasta gestión realizada por CiU en el Gobierno de la Generalitat". Las palabras de Pujol provocaron críticas similares en las filas de Iniciativa per Catalunya-Verds (IC-V). Su portavoz parlamentario, Jordi Guillot, tildó el discurso de "incoherente" porque históricamente CiU ha sido incapaz de resolver los principales retos autonómicos de Cataluña: "ni en los 20 años de gobierno de la Generalitat ni en los 6 en que han condicionado las mayorías parlamentarias de Madrid". Tan sólo el PP se apartó, aunque mínimamente, de la unanimidad de las respuestas del resto de la oposición. El presidente catalán, Alberto Fernández Díaz, acusó a Pujol de irresponsable y de dejarse arrastrar por el tono de la Declaración de Barcelona ("la línea política de sus juventudes y los acuerdos con Arzalluz"). En su opinión ha llegado la hora de que el presidente "establezca un límite en sus demandas y dé un ejemplo de eficacia y gestión".
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