¿Cómo fue?
Si estuviéramos en periodo electoral, yo no tendría que escribir esta carta. Hace unas semanas, el señor Álvarez del Manzano prometía la creación de una comisión que controlara las cuestiones de tipo artístico en la ciudad de Madrid..., y ahora apenas consiguen explicar cómo se ha podido producir el derribo de los laboratorios Jorba. Debe de ser una casualidad que todos los veranos, cuando la ciudad está medio vacía y los medios de denuncia adormecidos, ocurran hechos de este tipo. Unas veces son restos arqueológicos del siglo XVII; otras, obras maestras del sigloXX. Y ahora resulta que el problema es legal, que la obra no estaba catalogada, que el Ayuntamiento no puede impedirlo. Pero si los laboratorios Jorba no estaban catalogados, ¿qué lo está? Parece difícil de entender, pero, según la información ofrecida por el Ayuntamiento, habría que deducir que han fallado los mecanismos de protección. ¿Cómo se ha podido producir este hecho? Se me ocurren dos posibilidades: o bien desde el Ayuntamiento se ha preferido prescindir del edificio por motivos desconocidos, o bien los mecanismos de protección no han funcionado debidamente. Porque lo único indudable, desde luego, es el valor de la obra: como hito urbano, como parte de la memoria sentimental de la ciudad y como obra de arte al aire libre para el goce de todos.No se necesita ser un experto para saber de su importancia. Basta con consultar un par de libros. No tienen que ser sesudos, oscuros o estar dirigidos a un lector especializado. Ni siquiera hace falta saber cómo se utiliza una biblioteca. Basta con acercarse a algunas de las grandes librerías del centro y consultar algún manual para encontrar en ellos todo tipo de citas, descripciones y elogios. Me estoy refiriendo a manuales de alcance general que hasta un imbécil puede leer. Repito que la única condición necesaria es saber leer.
Desde este punto de vista, la cuestión parece más oscura todavía. Si la importancia de este edificio es tan evidente, entonces cómo el señor Armada, a la sazón gerente de Urbanismo y, según la información que publica EL PAÍS, absentista laboral, no supo este hecho a tiempo.
Me gustaría recordarle a este señor que su trabajo consiste en proteger mis intereses como ciudadano de los desmanes especulativos, no en facilitar el camino a los especuladores, por si nadie se lo había dicho antes.
Parece difícil de entender cómo en una ciudad en la que se puede descatalogar un palacio de 1920 para favorecer el crecimiento de un banco estatal, ni Ayuntamiento ni comunidad autónoma ni Ministerio de Cultura pudieran hacer nada para evitar este expolio. Y me parece a mí que, al final, el perjudicado soy yo, porque el señor Álvarez del Manzano ganó las elecciones y ya puede campar a sus anchas por otros cuatro años; el señor Armada sigue tranquilamente acodado en su sillón (¿qué hará durante todo el día? Los madrileños podemos tener la seguridad de que no pierde el tiempo leyendo libros, de arquitectura por lo menos) cobrando un sueldo pagado por todos por un trabajo que, o bien no está haciendo correctamente, o bien no está capacitado para hacer.- y nueve firmas más.
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