Lucio Muñoz renace en San Telmo
Los murales, a primera vista, son majestuosos y gigantes, al modo exacto en que trabajaban -sobre superficies de grandes dimensiones- los maestros renacentistas que construyeron a mediados del siglo XVI el claustro del museo San Telmo, asentado a los pies de la capilla conventual que sirve de recibidor a la exposición retrospectiva Lucio Muñoz 1950-1998, que se inaugura hoy y quedará abierta en San Sebastián hasta el próximo 12 de septiembre. La muestra recopila casi 50 años de creación y varias etapas de su vida reunidas en una sola a través de 60 obras distinguidas por un sello inconfundible: la fidelidad a los materiales, la expresión de los colores, el tamaño de las piezas y la coherencia plástica, en suma. Una de sus obras más colosales, junto al mural del Hostal San Marcos, en León, es el retablo en madera que decora el altar del santuario de Aranzazu, en Oñati (Guipúzcoa). Este gigantesco mural de 620 metros cuadrados ganó la Medalla de Oro de la Bienal de Arte Sacro de Saltzburgo. Lucio Muñoz (Madrid, 1929-1998) ha sido clasificado como uno de los más celébres exponentes del informalismo español de mediados de este siglo. El inicio de su carrera artística transcurrió a la vera de artistas como el pintor Antonio López, los hermanos López Hernández y la pintora Amalia Avia -con quien más tarde contrajo matrimonio-, y entre todos formaron el grupo de los realistas madrileños. Pero en 1956, a la vuelta de su viaje a París, donde conoció a artistas de la tendencia Art Autre (Otro Arte) como Dubuffet o Tapies, trazó una frontera en su trayectoria profesional. Comienza entonces en solitario lo que él denominó la búsqueda de la heterodoxia o "la adecuación del lenguaje común a mi voluntad de expresión", mediante "la ruptura de las normas, así como de las barreras que lo dificultan". El fruto de esta lucha personal es su encuentro con la abstracción, casi siempre con raíces naturalistas, que nunca después abandonó y que coincide en el tiempo con el feliz hallazgo de la madera. La exposición que se exhibe ahora en San Telmo posee la virtud de mostrar ese salto desde lo figurativo hasta lo informal, donde también se aprecia una evolución clara del artista. Cuando Lucio Muñoz descubre la madera a mediados de los cincuenta, logra sublimar este material, mezclándolo unas veces con pinturas y otras con papeles. Paleta en mano, rodeado de tarros de colores, papeles y maderas despedazadas, Lucio Muñoz forjó una aventura plástica "de una belleza deslumbrante", según el historiador Javier Tusell. La muestra de San Sebastián, que procede de Madrid y antes de Sevilla, refleja el recorrido pictórico de Lucio Muñoz, quien en los cincuenta experimentó su conversión a la abstracción; en los sesenta abordó la pintura negra de corte trágico; en los setenta representó formas orgánicas y paisajes sobrenaturales; en los ochenta se dejó atrapar por la naturaleza, y en los noventa ha alcanzado la plenitud y el reconocimiento unánime. Lucio Muñoz es poseedor del Premio Nacional de Artes Plásticas 1983, la Medalla de Oro de las Bellas Artes 1992 y el Premio de los Críticos de Arte 1996. Dice el poeta Francisco Nieva de él que fue "un poeta cargado de humanismo", y el escultor Julio López Hernández que "su obra apunta hacia la síntesis espiritual, buscando una luz especial y una tendencia mística". La exposición retrospectiva que cuelga en San Telmo es, afirma el director del museo, Rafael Zulaika, un "homenaje a la trayectoria de Lucio Muñoz", maestro del expresionismo abstracto.
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