Proteger a los serbios
LA MATANZA de 14 campesinos serbios en el poblado kosovar de Gracko viene a socavar la moral que alimentó a Occidente en la guerra de Kosovo. Tras la limpieza étnica que practicó Milosevic, ahora son los serbios que viven en aquel territorio los forzados a huir o morir. Los pocos que quedan, ya que, según datos del ACNUR, han huido unos 170.000 sobre un censo que antes de la guerra se estimaba en 200.000. Para vergüenza de todos, era difícil que fuera de otro modo, tras los errores acumulados por las potencias occidentales en su política balcánica desde 1989. La Kfor debería evitar al menos que haya nuevas víctimas. Desde el fin de la guerra, ya han sido asesinados en Kosovo al menos 73 serbios y 72 albaneses. Los pocos serbios que quedan en la zona de Gracko han sido trasladados para garantizar su seguridad, lo que augura un futuro sin serbios para el conjunto de Kosovo. La matanza, según el jefe de la Kfor, puede ser obra de asesinos sueltos o responder a una labor organizada. Esta sangre contamina las pocas posibilidades de una paz con sentido; por no hablar de una reconciliación que al menos de momento parece imposible. Los sucesos de Gracko han impedido la segunda reunión del interétnico Consejo de Transición de Kosovo.Justamente porque era previsible, se tenía que haber evitado una matanza que mina la credibilidad que supuso el regreso masivo de los albanokosovares a las tierras que habitaban antes de su deportación. Está claro que queda mucho por hacer. Y ante esta labor, que tiene tanto de policial como de militar, la policía de las Naciones Unidas está insuficientemente dotada. Bernard Kouchner, representante especial de la ONU, ha declarado prioritaria la protección de los serbios. Como no se dé prisa, no quedará nadie a quien proteger.
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