Para avanzar en la izquierda

Si los partidos de izquierda hubieran sido consecuentes con el pensamiento que representan, hace más de 50 años que habrían puesto los avances de las comunicaciones al servicio de sus militantes de base para permitirles una influencia más directa y decisiva en las acciones de gobierno. En tres días se solucionaría la crisis que atraviesa IU y las incoherentes actuaciones del PSOE (primarias sí, primarias no), por una vía tan sencilla como la organización de asambleas locales y un teléfono para dar los resultados, impidiendo lo que a través de la historia ha supuesto el nefasto desastre de las luchas internas por el poder entre las distintas corrientes que han ido surgiendo en el pensamiento plural de la izquierda. Pero no. Los que han conseguido el poder son los que deciden, porque al encumbrarse han demostrado ser los más fuertes, en una clara imitación a la primaria ley de supervivencia individual que rige el mundo animal, y que conforma la base del pensamiento neoliberal. Esta norma sólo conlleva el retraso en nuestros comportamientos evolutivos de seres pensantes, que caminamos con una visión más amplia del mundo que nos rodea, hacia una conciencia más justa y solidaria colectiva. Después se quejan de la abstención. Las gentes que no tienen resueltos sus problemas económicos, andan de aquí para allá, desencantados de todo lo que sea política. Y cuando los tienen resueltos, vuelven la cara a los problemas de los demás, que son muy desagradables de asumir para sus cómodas vidas. Ésta es la clara influencia social de un neoliberalismo, que nos conduce al individualismo que impera en esta sociedad competitiva y cruel. De seguir por este camino veremos aumentar la abstención, que en Europa ya ha llegado a más de un 60% en las últimas elecciones al Parlamento Europeo. ¿Con un 60% de abstención podemos considerar que vivimos en una Europa democrática? Y eso que en Europa ya rigen unas leyes electorales más justas que las que tenemos aquí, porque encima si nos queremos considerar democráticos tendríamos que empezar por cambiar la ley electoral. Menos llenarnos las bocas de democracia y más actuar de acuerdo con las normas que la identifican como tal. Como no se abran a nuevos cauces de participación decisoria más compartida, se van a quedar más solos que la una. El europeo no es como el norteamericano, que se conforma con una gorrita, un globito y su mano en el pecho mientras canta un himno a lo maravillosos que son. Aunque por el camino que llevamos pienso que nosotros seremos la excepción europea que confirma la regla.- Mercedes Silva. Linares (Jaén).