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Un cumpleaños sin fiesta

Francesc Valls

Triste. Así será el aniversario de la Declaración de Barcelona, que justo hoy cumple un año. La proximidad de las elecciones ha convertido la aguerrida proclama nacionalista -suscrita por CiU, el PNV y el BNG- en un papel incómodo. Sobre todo para CiU. Ahora la coalición nacionalista sabe que hay que prodigarse en mimos a un electorado cercano al del Partido Popular: el del voto que arrastraba la antigua UCD. "Hay que enterrar las fotos de la declaración", han sugerido voces de la ejecutiva de Convergència, y todo el mundo en la coalición reconoce que no hay que jugar con salvas de este calibre en vísperas electorales, habida cuenta, además, de que el contrincante que se sitúa enfrente es Pasqual Maragall . Quizá por eso es difícil recabar opiniones entusiastas entre los otrora entusiastas impulsores de esta reedición de Galeuzca: Galicia, Euskadi y Cataluña. La Declaración de Barcelona es un texto moderado, dentro del estricto constitucionalismo, pero con un documento de trabajo en la trastienda en el que se habla de fórmulas confederales para España. Eso hizo que desde el nacionalismo español se quisiera levantar un frente constitucionalista que incluyera al PP y el PSOE. Los temores del PP y el PSOE crecieron cuando, en plena reunión de Bilbao -el 16 de septiembre del año pasado- entre los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos, se anunció la tregua de ETA. Entonces desde CDC se alzaron voces partidarias de alcanzar las cotas de autogobierno que pudieran lograr los vascos en sus negociaciones con el Gobierno central. Por vez primera parecía que el nacionalismo de CiU se colocara a rebufo del vasco. Ahora, al echar cuentas, se ve el contenido del vaso sin la espuma. Pere Esteve, secretario general de CDC y firmante del texto, asegura que la Declaración de Barcelona no ha muerto. "No está enterrada, ha formado parte de mi programa electoral europeo", manifiesta el también eurodiputado de CiU. El firmante de la Declaración de Barcelona en nombre de Unió, Domènec Sesmilo, destaca los elementos positivos del texto: "Despertó el debate sobre la plurinacionalidad de España, aunque sus resultados prácticos no son excepcionales; se intentó hacer muchas cosas y lo óptimo es siempre enemigo de lo bueno". "La lección es que debemos ser más realistas y asumir los planteamientos más pragmáticos", subraya el dirigente de UDC. "Para nosotros, hasta después de las elecciones generales del año próximo todo esto debe quedar en stand by y después se verán las posibilidades de colaborar sin crear falsas expectativas, porque los que hemos sacado menos fruto del proyecto hemos sido nosotros, CiU", añade Sesmilo. Y además de dar escasos frutos, la Declaración de Barcelona suscitó no pocos malentendidos y tensiones entre la dirección de CDC y el grupo parlamentario catalán en Madrid, según fuentes parlamentarias. Desde la cúpula de Convergència se quiso tomar el control del Grupo Catalán en sus negociaciones con el PNV. El apoyo que Convergència i Unió ha dado al Gobierno del Partido Popular chocó con las peticiones de la dirección de CDC de ir a posiciones frentistas con el PNV, hijas de la Declaración de Barcelona. Los nacionalistas vascos lo intentaron, por ejemplo en los presupuestos generales del Estado de 1999. Pero el compromiso de CiU con el Ejecutivo de Aznar, el llamado Pacto del Majestic pesó más que la Declaración de Barcelona.

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