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Alpargatas cuando llueve

Estos Sanfermines pasarán a los Anales por haberse instituido en ellos la Alpargata de Honor, galardón taurino que en su estreno fue entregado por la alcaldesa Barcina, cada mañana Alpargatera Mayor en el tradicionalísimo "baile de la alpargata". La industria del calzado tenía ya instituido en Arnedo el Premio Zapato de Oro, por lo que el galardón pamplonés ha debido conformarse con un metal un punto menos noble. Era poco con el Gallico de Oro, el Pañuelico de Seda o la Mandarra de Honor y ha habido que instituir la Alpargata de Plata. Puestos a inventar la tradición, mejor en metales nobles. En los años 30 o 40, al que iba con alpargatas blancas lo tomaban por vizcaíno, pero quién duda hoy de que no hay nada más tradicionalmente sanferminero que la alpargata. Si el encierro no se corre con alpargatas es porque tal tradición ha degenerado en acontecimiento audiovisual, y en ese tipo de ceremonias siempre se imponen las Nike. Pasa igual con la banda sonora de los Sanfermines, hecha del megamix del momento, no de raciales jotas. Las jotas son una manifestación tradicionalísima del desgarro profundo que invade al segador de la Ribera del Ebro. A diferencia del blues, que es el lamento de los recolectores algodoneros del delta del Misisipí, la jota no ha tenido proyección urbana en la guitarra eléctrica. Unos días antes de ser galardonado Álvaro d"Ors (cuyo padre, Eugenio, ya recibió en Pamplona el correaje de doble hebilla, un invento patentado por la Falange), el Gobierno de UPN otorgó la Medalla de Oro al padre Valeriano Ordóñez, jesuita que batalló con tesón por reinventar la jota. Desdichadamente, el Padre Valeriano, que aunque muy mayor se desplazaba en Mobylette, cesó forzosamente en su empeño cuando le arrolló un turismo, temo que guiado por algún radioescucha de Los 40 principales. Por fortuna, antes había quedado instituida la jota que, a modo de saeta, se canta a San Fermín en el acto más tradicional del programa. Tradicional como la alpargata. Alpargatas y con lo que llueve.

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