Las multinacionales del tabaco dirigen sus objetivos hacia el Tercer Mundo
El acoso en el mercado interior se combate con publicidad para jóvenes y en el extranjero
En los tribunales pintan bastos para la hasta no hace mucho omnipotente industria del tabaco en Estados Unidos. La década de los noventa se va a cerrar como la más negra de su historia. A pesar del ejército de abogados que desde hace medio siglo ha burlado la acción de la justicia, la presión combinada del Gobierno, los Estados y los particulares ha obtenido frutos. La estrategia de las tabacaleras ante el acoso se basa en la publicidad entre los jóvenes, el aumento del precio de las cajetillas, la intensificación del negocio en el extranjero -especialmente en el Tercer Mundo- y la diversificación de inversiones.
"Demande a la industria: lista de abogados antitabaco". "Guía práctica para querellarse en EEUU". "Novedades: El tabaco y la impotencia. Combata el humo en los edificios de apartamentos. Análisis de las últimas decisiones judiciales. En marcha otro centro de vigilancia". "Un nuevo estudio relaciona el fumar cuando se está embarazada con la criminalidad". La portada de la página web de ASH (siglas de Acción contra el Tabaco y por la Salud, y, literalmente, ceniza), que, con 32 años de vida, se proclama la organización antitabaco más veterana de EEUU, es un gran escaparate con decenas de informaciones, conexiones y comentarios. La actividad de miles de grupos en las ciudades, los centros de trabajo y enseñanza y las comunidades a lo largo del territorio no deja lugar a dudas sobre el grado de acoso que la industria del tabaco soporta en EEUU. Una presión que se traduce en el frente de los tribunales y en la vida diaria.
En 1998, la industria acordó pagar 206.000 millones de dólares (unos 34 billones de pesetas) a 46 Estados para resolver las demandas que trataban de recuperar los gastos en el cuidado de enfermedades atribuidas al tabaco. Otros 349 millones (57.000 millones de pesetas) fueron a parar a las miles de azafatas con problemas de salud por el humo tragado antes de que se prohibiera, en 1990, fumar en los aviones.
Aún queda proceso
Hasta ahora, y gracias a esos acuerdos, las tabacaleras han podido salvarse de pagar indemnizaciones establecidas por jurados. De los cinco casos en los que ha habido veredicto en ese sentido, tres han sido recurridos favorablemente y otros dos están pendientes de decisión. Al caso de Miami del pasado miércoles -una demanda colectiva en nombre de medio millón de fumadores en la que se pedirán, en su momento, de 200.000 a 500.000 millones de dólares (hasta más de 80 billones de pesetas)- le falta aún mucho trajín judicial.
En la vida diaria, las reglas del juego están claras y los fumadores las conocen y las respetan: no se fuma en los espacios públicos cerrados. Las excepciones -ayuntamientos ultras que prohíben fumar en parques, ciudadanos que no soportan la visión del cigarrillo humeante- son limitadas. Hay un fuerte sentimiento en contra de la industria desde 1994, cuando los ejecutivos del tabaco juraron en el Congreso que no tenían razones para pensar que fumar era peligroso, pero sigue fumando un tercio de la población adulta y ha aumentado, desde 1992, el consumo de cigarrillos entre los adolescentes.
En la estrategia de las tabacaleras para compensar el acoso legal y popular hay varios ejes: la publicidad del tabaco entre los jóvenes, el aumento del precio de las cajetillas, la intensificación del negocio en el extranjero y la diversificación de inversiones en otros sectores, como la alimentación.
Buena parte de la publicidad de las marcas del tabaco se dirige a los jóvenes, y los resultados son espectaculares. En EEUU, el 85% de los chicos que fuman consumen las tres marcas -Marlboro, Camel y Newport- que más promoción hacen entre ellos, según datos del Centro de Prevención y Control de las Enfermedades (CDC). Marlboro, que ocupa el 60% del consumo juvenil, es consumido sólo por un 25% de adultos. En el caso de Camel, entre 1989 y 1993 pasó de gastar 27 millones de dólares a gastar 43 millones para promocionar el nuevo Joe Camel. Entre los jóvenes aumentó su consumo un 50%. Entre los adultos no hubo ningún cambio. A la hora de empezar a fumar, los jóvenes -en muchos casos, hijos de no fumadores que canalizan su rebeldía a través de algo que saben que saca de quicio a sus padres - son mucho más sensibles a la publicidad que a sus propios compañeros, según un estudio del Instituto Nacional del Cáncer de EEUU-.
En cuanto al precio de las cajetillas, ha subido ligeramente en los últimos años hasta los 3,25 dólares (520 pesetas). Los grupos antitabaco presionan al Gobierno para que las subidas sean más fuertes.
La gran salida para la industria, sin embargo, es el exterior: Europa y los países en desarrollo, en los que no hay restricciones y el hábito está muy arraigado. De los 1.200 millones de fumadores que hay en el mundo -datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS)- el 70% vive en el Tercer Mundo. El Banco Mundial teme que el incremento del tabaquismo en el Tercer Mundo suponga una catástrofe por la escasa preparación de los países para afrontar enfermedades pulmonares, cardiacas o circulatorias.
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