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El cierre de la base espacial de Baikonur amenaza el envío de víveres a la 'Mir'

El accidente de un cohete Protón ha desencadenado el conflicto entre Rusia y Kazajstán

El Gobierno de Kazajstán no dará permiso para el lanzamiento de la nave de carga de Rusia Progress hasta que se aclaren los motivos del accidente, ocurrido el lunes pasado, de un cohete Protón que debía poner en órbita un satélite de telecomunicaciones. La base espacial de Baikonur está en territorio kazajo y desde ella se realiza la inmensa mayoría de los lanzamientos rusos. La Progress, cuya salida está prevista para el miércoles, debe llevar víveres a los astronautas que están en la estación Mir y, si la nave no llega, podrían verse obligados a abandonar la estación.

La mala noticia para la tripulación de la Mir -los astronautas rusos Víktor Afanásiev y Serguéi Avdéyev, y su colega francés Jean-Pierre Haignère- la dio ayer el viceprimer ministro de Kazajstán, Alexandr Pávlov, quien encabeza la comisión formada por el Gobierno de ese país centroasiático para determinar las causas del accidente del pasado 5 de julio. Los fragmentos del cohete Protón se han encontrado en un radio de 70 kilómetros de la aldea Betalis, ubicada en la provincia kazaja de Karagandá. Y, según la comisión de Pávlov, el combustible, altamente tóxico, del cohete puede haber contaminado una zona de 5.000 hectáreas. No se han producido víctimas.

"Tenemos todo el derecho a exigir que Rusia nos compense por el daño causado", declaró ayer Pávlov. Así pues, las cosas están claras: Kazajstán quiere dinero. Y si Rusia no cede rápido, la tripulación en órbita se verá obligada a abandonar la Mir urgentemente, dejando la estación prácticamente incontrolada. El problema es que ya casi no le queda agua potable y las reservas de alimentos también están llegando a su fin.

Consecuencias

El viceprimer ministro ruso Víktor Jristenko envió un dramático telegrama al jefe del Gobierno kazajo, Nurlán Balguimbáyev, en el que le explica la situación en la que se encuentran los astronautas y las desastrosas consecuencias que puede tener el abandono apresurado de la estación orbital. El Ministerio de Exteriores ruso y el primer ministro, Serguéi Stepashin, también han intervenido para tratar de encontrar una solución que permita el envío de la Progress a la Mir. Si todo esto falla, los astronautas podrán regresar a la Tierra en la nave Soyuz TM, que está anclada en la estación. Según los planes iniciales de la misión, los tres astronautas deben permanecer en la Mir hasta finales de agosto. En la nave Progress, además de los víveres, debe enviarse a la estación un importante equipo informático de navegación.

La práctica de suspender los lanzamientos tras un accidente hasta que se determinen las causas es normal. Pero Kazajstán desea ahora aprovechar esta situación para obtener de Rusia la mayor cantidad posible de dinero. Que esto es así lo demuestra el hecho de que Kazajstán ha prohibido no sólo los lanzamientos con Protón, sino también con otros cohetes. Ayer fue suspendido por segundo día consecutivo el lanzamiento del satélite ruso-ucranio Okean-O, que debe ser puesto en órbita por un cohete Zenit.

Los Zenit no usan el mismo combustible tóxico, sino queroseno. Y para la nave de carga que debe llevar vitales productos a la Mir se usará un cohete Soyuz. Se cumpliría, por tanto, el requisito de no volver a utilizar un cohete accidentado mientras no se solucione el problema.

Base estratégica

El cierre provisional de Baikonur, ordenado por el Gobierno de Kazajstán, ha puesto de relieve la fragilidad del programa espacial ruso, que depende de una base estratégica que se encuentra en otro país. Cuando, hace 40 años, los soviéticos construyeron Baikonur en las estepas kazajas, nadie imaginaba que la URSS se desintegraría y que Moscú perdería la soberanía sobre esas tierras. Rusia tiene otras dos bases de lanzamiento -Plesestk, en el norte, y Svobodni, en el Extremo Oriente-, pero estas instalaciones no pueden cubrir las necesidades del programa espacial del Kremlin y son muy inferiores a las de Baikonur, que tiene 15 plataformas de lanzamiento, 11 polígonos y dos aeródromos: en total 6.117 kilómetros cuadrados de instalaciones. Rusia está ampliando actualmente las instalaciones de Plesestk, pero por el momento desde allí se lanzan casi exclusivamente satélites militares de espionaje.

Según el acuerdo de alquiler de Baikonur, firmado en 1994, Rusia debe pagar 18.400 millones de pesetas anuales. Pero ni un solo año ha pagado Moscú esta suma, como tampoco ha cumplido con sus obligaciones de crear un órgano de control ecológico para Baikonur o de informar inmediatamente de las averías que se produzcan.

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