Sólo municipales
JAVIER UGARTE Comprendo que el tono altisonante y problemático que ha adoptado el debate político reciente en el País Vasco hace difícil entrar a evaluar aspectos concretos de nuestro entramado institucional. Sin embargo, los hechos lo reclaman y, probablemente, pasados los rigores de la campaña y la declamación teatral que ha durado desde el pasado octubre, las circunstancias lo aconsejen, aunque sólo sea por adquirir músculo político y en aras de la razón democrática. Ninguna institución conforma tanto el paisaje político de un país democrático como su sistema electoral. Lo estamos viendo estos días. De ahí que, aun no estando habitualmente desarrollados expresamente en sus constituciones, es útil considerarlos como parte del sistema constitucional. La variedad de modelos en ese orden es muy grande. Ello obedece a que han de atender a múltiples criterios a la hora de su formulación: equidad en la representación, libertad, limpieza y claridad, eficacia de los gobiernos resultantes, adecuación a las posibilidades comunicativas de la sociedad y de los tiempos, etc. Aquí tan sólo quisiera referirme a uno de estos aspectos: la dificultad que encierra compaginar y asignar su función específica a los diferentes niveles de representación en que toma parte el ciudadano (municipal, estatal, etc.). Por lo que vemos en estas últimas elecciones, bajo el nombre de "pacto global", "visualización del cambio" (para el caso de Alava-Vitoria), etc., se está produciendo en realidad una gran confusión entre distintos niveles de gobierno. Al final se están creando notables disfunciones en el escenario político y desvirtuando las tareas encomendadas a cada nivel de representación. Para el ciudadano vasco existen en la actualidad hasta cinco instancias representativas: municipal, foral, autonómica, estatal y europea. Tal como vienen produciéndose las cosas, y debido a nuestro calendario electoral, la amalgama y la confusión se producen entre las tres primeras. El efecto está siendo la aniquilación del debate municipalista (tan querido por la tradición progresista en este país) en aras de los pactos generales. La macropolítica se come a la micropolítica municipal, cuyo eje es la gestión y que se enfrenta hoy y aquí a retos decisivos en una Europa de ciudades. La detección del problema no requiere mayores esfuerzos: unas elecciones autonómicas que quedan congeladas a expensas de lo que suceda en las inmediatas forales (segunda vuelta de aquéllas), que a su vez coinciden con las municipales. A partir de ahí, un regateo -no siempre de altura- entre las élites políticas, cuya resultante se articula sobre el eje de la política general y en detrimento, en ocasiones, de la instancia local: ¿quién gobernará Vitoria?; ¿el mejor equipo municipal o el que se ajuste mejor a la estrategia general de los partidos?. Si el problema es ése claramente, la solución resulta más ardua. Pero ésta podría venir de clarificar algún extremo y de jugar con algún recurso técnico. En primer lugar, conviene establecer que los poderes del País Vasco, según recoge el título dos del Estatuto, son los comunes (Parlamento y Gobierno) más las instituciones forales de los territorios históricos. Nada se dice de los municipios, cuya autonomía se garantiza en el artículo 140 de la Constitución. Otro tanto se desprende de la Exposición de Motivos de la Ley de Territorios Históricos. De modo que la instancia autonómica estaría representada por el Gobierno vasco; pero también por las Diputaciones forales. Vincular en el calendario ambas elecciones y darles ese carácter de primera y segunda vuelta efectiva ayudaría mucho a la clarificación. Por el contrario, el vínculo representativo entre ayuntamientos y diputaciones es sólo una reliquia histórica. De modo que bien pudiera desvincularse en el calendario la elección de estas dos últimas instancias. Jugando con ello y con una variación razonable de los intervalos de mandato en las distintas instituciones, tal vez se lograra desvincular definitivamente lo que es la instancias autonómica (Gobierno y Diputaciones) con su lógica interna congruente, de la instancia municipal. Sería un modo de ir actualizando nuestras instituciones en base a la experiencia ya acumulada.
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