_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pensar lo impensable

Andrés Ortega

Tocar fronteras: tema tabú. En los Balcanes se han modificado violentamente en los últimos años, y las actuales, a todas luces, no son las definitivas. No para hoy, ni mañana, pero sí pasado mañana, hay que prepararse a favorecer una configuración de la zona que reconozca las realidades y las posibilidades. A la larga, la solución no es que la comunidad internacional mantenga una especie de protectorados internacionales en Kosovo o en Bosnia-Herzegovina. La tarea de una futura Conferencia de los Balcanes va a ser muy ardua. Pero no debe repetir los errores del Congreso de Berlín de 1878, cuando las grandes potencias, tras tres años de conflictos en la zona, dibujaron un mapa de los Balcanes que para nada tomó en cuenta los deseos de sus habitantes. No cabe olvidar que el origen de tantas inestabilidades en el mundo actual, de África al espacio de la antigua Unión Soviética, es el de los Estados fracasados. La guerra de Kosovo ya ha cambiado en algo la situación: si el plan de Rambouillet mantenía, al menos por un tiempo, un Kosovo autónomo dentro de Serbia, la resolución del Consejo de Seguridad del pasado 10 de junio habla ya sólo del territorio dentro de la República Federal de Yugoslavia, dando un paso, cuando menos, hacia eso que algunos llaman la "autodeterminación interna", y que probablemente lleve a más. Al tiempo, soplan vientos independentistas en Montenegro. Probablemente, si hubiera un cambio positivo en Belgrado, estas tendencias podrían invertirse, aunque quizás sea ya tarde para ello. Por su parte, Bosnia-Herzegovina es un Estado cuyo presente es absolutamente necesario, pero que, más allá de su ficción multiétnica, no necesariamente tiene viabilidad en el futuro. Por eso tantos refugiados no han regresado allí.

Más información
España se integrará en el Grupo de países Amigos de Kosovo

Desde 1989 han cambiado algunas fronteras en Europa: la que había entre las dos Alemanias se ha borrado, mientras la República Checa y Eslovaquia se han separado (y un rápido ingreso de la primera en la UE puede separarlas aún más). Pero, y esa es la gran diferencia con Yugoslavia, en estos dos casos se ha hecho de forma pacífica en respeto del Acta Final de Helsinki de 1975, que proclama la "inviolabilidad" pero no la "inmutabilidad" (justamente porque Alemania rechazó tal término) de las fronteras. Hay que afrontar estos problemas con un sentido práctico y no doctrinario. Existen procesos de paz con todo tipo de caminos marcados. En Irlanda de Norte se trata de obligar a cooperar a todos y hacer irrelevantes las fronteras. La separación es un principio que puede chocar, pero en Oriente Próximo es justamente el que anima las negociaciones entre israelíes y palestinos, lo que podría permitir un reencuentro en el futuro. Rambouillet, inteligentemente, situaba la mayor parte del poder, sobre todo en materia educativa y cultural, en los municipios.

La historia muestra que cuanto más importancia cobran, más difícil resulta cambiar las fronteras. Que el espacio balcánico se haya descompuesto no significa que no se deba recomponer, en un ejercicio que puede hacer las fronteras más visibles para que, con el tiempo, acaben difuminándose. La única manera de hacerlo es desde la democracia y el respeto a los derechos humanos y de las minorías. El Pacto de Estabilidad para Europa del Sureste va en buena dirección, con la presión que va suponer una importante presencia de la OTAN en la zona, y, sobre todo, si se logra impulsar una ilusión de futuro.

Pues es necesario generar procesos que releguen la cuestión de las fronteras a un lugar recóndito en las preocupaciones de las gentes. Ésa es la historia de Europa occidental, de la inacabada UE, un ejercicio de integración voluntaria que, para los que participan en él, vacía el sentido de la autodeterminación y de la independencia, hace casi impracticable la escisión si se pretende permanecer en la UE y favorece una ósmosis que convierte a las fronteras en vías de comunicación sin atentar a la identidad de lo que contienen. Es urgente que este ejercicio se abra al Este. Será la mayor contribución de la UE a la estabilidad del continente, a la europeización de Europa. De toda Europa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_