Mirando a Segovia
Algo pasaba. Faltaban minutos para el toque de clarín y la afición se entretenía en contar unas nubes inexistentes. ¿Llovería? No, cuando amenaza tormenta, el tendido en pleno se queda mirando para Toledo (con perdón). Ahora, los índices apuntaban en sentido contrario: a Segovia. "Torea Antoñete", decía un señor con la afición prendida en la yema del dedo. Huelga decir que el apéndice acusador se dirigía allí donde su ídolo (pues el tono le delataba) reaparecía. La voz, a buen seguro, tuvo que llegar hasta la arena. Todos, toros, toreros, picadores y banderilleros se quedaron con la copla. La noticia estaba en otros lares. Apenas salió el primer astado, Manolo Sánchez hizo lo que pudo por olvidar el acontecimiento y lo recibió, rodilla en tierra, con una larga cambiada. Un espejismo. Nadie estaba por la labor. El noble burel apenas tardó un segundo en mostrar un cansancio secular y se exhibió falto de fuerzas (como todos) con un riguroso desinterés por lo que allí pudiera suceder.
Garrido / Sánchez, Núñez, Bejarano
Toros de Diego Garrido bien presentados, especialmente quinto y sexto. En general muy flojos y nobles excepto el cuarto, manso. Manolo Sánchez: bajonazo -rueda de peones-, descabello (silencio); pinchazo, atravesada casi entera, dos descabellos (silencio). Rodolfo Núñez: pinchazo, atravesada que asomaba -aviso-, descabello (palmas); estocada caída, dos descabellos (silencio). Vicente Bejarano: bajonazo (algunas palmas); pinchazo, mete y saca en los costillares, media estocada, descabello (silencio). Las Ventas. 27 de junio. Media entrada.
El vallisoletano, en justa correspondencia, se empeñó en atropellar derechazos. Todos a la defensiva. Atrás, por lo que pudiera suceder, quedaban piena contraria, muleta y tesón. Corrió turno. Núñez, que llegaba a Madrid con el mal recuerdo de una cornada grave, empezó con el ánimo bien dispuesto del desquite. Una tanda de redondos con gusto preludiaba algo. La muleta a la izquierda y... de nuevo el recuerdo segoviano. La pañosa se pasaba tanto tiempo en la mano como enganchada en los pitones. Vuelta a la derecha y ahí quedaron algunos pases de mérito y temple, pero dejando las díficiles mañas de ligar para mejor ocasión.
Era el turno del sevillano. Unas ceñidas chicuelinas con la mano baja despertaron al respetable de sus sueños de cochinillo. De nuevo, vana ilusión. La rebrincada y complicadísima embestida (un varetazo acabó en la cara de Bejarano) pedían una faena más ajustada sin perder la cara del morlaco. Buenas maneras y valentía a raudales se adivinaban virtudes insuficientes para tan broncos derrotes.
Llegó el meridiano de la corrida y se rindieron las defensas. Ni el manso que hacía cuarto y que organizó la batalla del Guadalcanal en el tercio de banderillas, ni sus hermanos se dieron por aludidos. Sánchez repitió lo irrepetible. Imposible con semejante material. Núñez enseñó de nuevo voluntad enganchada. Y Bejarano, vuelta al valor en una faena entregada al dudoso arte de ahogar embestidas. Ni una estocada en su sitio. Ni una banderilla con donosura. "¿Dónde está Segovia? ¿Dónde, Antoñete?". "Aquí, no". Fin de coloquio.
Babelia
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