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Custodia

DE PASADAEva quiere seguir cuidando a la niña que la quiere. "Sólo quiero que esté preparada para dar y recibir amor". Palabras recogidas y escritas en este periódico el sábado por Santiago F. Fuertes y Jorge A. Rodríguez: una de las noticias más hermosas -es una opinión- que se han leído últimamente. La Sección Sexta de la Audiencia de Sevilla ha dado la custodia de una niña huérfana de 12 años a una persona que la ama y cuida desde hace 10. Eva, que se siente mujer sobre todas las cosas, no es su madre biológica, ni hembra genital: cosas de la naturaleza, ésa a la que a diario violentamos en aras del bienestar de unos para luego invocar su Ley cuando intentan mejorar los demás. Insistimos: es una noticia feliz y bien enfocada, que reconcilia con una profesión tan llena de medias verdades. El viernes, durante la presentación de la hermosa colección de joyas escultóricas de Ángela Calero en Málaga, el periodista catalán Luis Fernández Zaurín decía que cada vez es más raro leer en prensa lo que le pasa a la gente. Fernández acaba de publicar ¿Y tú de qué trabajas?, un libro donde se desvela la triste carne real y desesperanzada de las estadísticas de creación de empleo juvenil que tan orgullosamente Aznar y Arenas recitan. De la historia de Eva no sólo agradecemos su cualidad de ejemplo y síntoma, sino el respeto a la voluntad de anonimato fotográfico de sus protagonistas. Y si la justicia de los hombres por una vez no ha venerado la jerarquía y sus privilegios, ¿qué hay de la divina? En este mismo periódico, los que en su día se declararon herederos y garantes directos de una revelación que hablaba del amor, no se alegran de la bienaventurada Eva. No. El Vaticano habla de gravedad, repugnancia, violación, vilipendio, derecho y biología. No dice la palabra amor en ningún momento. Es curioso: declararse Hijo de Dios y resucitar resulta más increíble que nacer varón y sentirse mujer, más que querer amar y hacerlo. Más curioso aún: las palabras y los hechos del hombre que cambió tanto su naturaleza, en el que dicen creer los Observadores Romanos, se parecen mucho a las de Eva, que, como aquél, también se cambió el nombre recibido. En cambio, las palabras y los hechos de los sacerdotes de hoy se asemejan increíblemente a las de aquellos sacerdotes que condenaron a morir al raro. De momento, una niña está feliz con la mujer que la ama contra el miedo. Lo hemos leído en un periódico. HÉCTOR MÁRQUEZ

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