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La banda que hirió a Rodríguez Menéndez robó bancos y secuestró a narcotraficantes

Son muchos, pero ninguno bueno. Los sicarios que intentaron asesinar al abogado José Emilio Rodríguez Menéndez disparándole desde una motocicleta pertenecen a una banda de delincuentes capaces de ejecutar cualquier trabajo, siempre que sea sucio y rentable. A las órdenes de un tal Casper, un tipo astuto, duro y frío, 32 maleantes consiguieron amasar en un año más de 1.000 millones a base de palizas, extorsiones, secuestros y robos. No se paraban ante nada. Ni siquiera ante el encargo de asesinar a su propio abogado: Rodríguez Menéndez defiende a Juan Miguel O. S., un miembro de la banda que se encuentra en prisión.

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Secuestros y extorsiones por encargo

Sin duda, una bonita forma de cerrar el círculo. La realidad no necesita guionistas. Si la versión de la policía es correcta, el resumen de lo publicado es el siguiente: una esposa lista, joven y guapa encarga a su amante -de profesión delincuente- asesinar a su marido, un abogado maduro y famoso, con un pasado oscuro y un presente aún por aclarar. La acción se ejecuta durante la madrugada del pasado viernes a las afueras de Madrid, a sólo unos metros de la mansión del letrado, donde además del servicio ya duerme su granja de animales exóticos. Un motorista abre fuego con un revólver sobre el vehículo de Rodríguez Menéndez, donde -¿alguién ha visto más sangre fría?- también viaja su mujer. El sicario falla, el guardaespaldas tira de pistola; yerra también. La policía no tarda en detener a Laura Fernández, la esposa malévola y la acusa de inductora. El abogado se recupera de sus heridas. A las órdenes del comisario Juan Antonio González, condecorado por detener a Luis Roldán y resolver el crimen de Anabel Segura, la policía detiene uno tras otro a los integrantes de la banda. Sólo se le escapa el conductor de la motocicleta, un español al que en un principio toman por colombiano.

El serial -en contra de lo habitual- no pierde interés. Ayer se conocieron nuevos datos. Se encargó de suministrarlos el director de la Policía, Juan Cotino, flanqueado por dos de sus agentes, el comisario González y el inspector jefe Barrado. No hay desperdicio.

De las investigaciones se deduce que Laura Fernández -que niega todo- acudió un día a un concesionario de coches en compañía de su marido, el abogado Rodríguez Menéndez. Les atendió el dueño, José Ignacio R.F. Lo hizo tan bien que Laura no tardó en llamarle Nacho. Se vieron en secreto. En una gasolinera, en un restaurante... Se hicieron amigos, urdieron un plan. Laura prometió pagarle -siem-pre según la versión policial- 50 millones de pesetas por liquidar a su marido. Él mismo -le prometió- se encargaría de disparar. La banda de Nacho no es barata. Pero sí eficaz. Hasta la policía -en su nota de prensa distribuida ayer- reconoce su profesionalidad: "La organización ha acreditado una gran experiencia y profesionalidad en la comisión de los diferentes hechos, no dejando ningún tipo de huella o rastro". Los mejores en lo suyo. O lo que es lo mismo, el abogado Rodríguez Menéndez respira de milagro.

Tras el asesinato fallido, la policía no dio tan pronto con los malos por casualidad. Tampoco por un chivato. Llevaba tras de ellos un tiempo, exactamente desde el robo del Banco Popular Español en Yecla (Murcia), perpetrado en la Navidad del año pasado por el procedimiento del butrón, que consiste en practicar un agujero en la pared y arramplar con todo. Aquél fue un gran golpe. Cientos de millones. El director de la Policía, Juan Cotino, dijo que entre unas cosas y otras la banda posee más de 1.000 millones entre dinero en efectivo, joyas, vehículos de lujo -el más barato, un BMW-, pisos, chalés...

Basta un vistazo al gráfico de arriba para ver lo complejo de la organización -el gerente de lotería de Manises (Valencia) se encargaba de blanquear dinero, más de 500 millones en un año- y las herramientas que utilizaban. Entre golpe y golpe, se dedicaban a vivir. A todo lujo. Valga un dato: en una de las casas había un televisor de pantalla plana valorado en dos millones y medio de pesetas. La policía no les dejó ver allí la noticia de su detención.

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