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Reportaje:

Tan currantes como empresarios

"Nosotros no hemos hecho otra cosa en esta vida más que trabajar. Nos hemos acostumbrado y no conocemos otra cosa". Quien así habla es Manuel Jurado, presidente y fundador de la empresa Café Jurado, establecida en el mercado de su ámbito geográfico, y su afirmación explica por qué, a sus 70 años, sigue acudiendo a diario a su despacho a las seis de la mañana. Y ese "nosotros" engloba a otros empresarios de su quinta que comenzaron o heredaron un negocio modesto y lo convirtieron en una firma boyante a fuerza de tesón y trabajo. Así sucedió en el caso de Café Jurado. Manuel empezó de la mano de su padre, propietario de unos almacenes donde se vendían productos de ultramar, situados en la céntrica calle de Maisonnave. Entonces se llamaba Jurado y Uriarte, ya que la sociedad estaba integrada también por un cuñado del padre de Manuel. Posteriormente, fue Jurado e Hijos, con la entrada en el negocio de dos hermanos. Tenían intereses en Canarias y allí viajaba a menudo Manuel para controlar sus negocios. Tanto, que conoció a la que sería su esposa y madre de sus hijos, que ahora dirigen la empresa. En el lapso de ese cambio generacional, Café Jurado ha crecido mucho. De embolsar café en paquetes de 50 y 100 gramos en su fábrica del Llano del Espartal en 1951, cuando el café se consideraba un producto de lujo, ha pasado a situarse en séptimo puesto nacional en volumen de producción, con una gama de productos entre los que destaca el 100% Colombia. Tradicionalmente, el mercado del café en España estaba muy territorializado. Cada región geográfica tenía una marca familiar que la surtía del aromático grano, pero la entrada de las multinacionales que ahora dominan el sector (Saimaza, Marcilla y Nestlé) acabaron con muchas de ellas, bien por absorción, bien porque estas empresas modestas no pudieron hacer frente a su poderío. Para Café Jurado tampoco fue un camino de rosas: "Es muy difícil hacer frente a las multinacionales", reconoce Manuel Jurado, "en parte porque ellas tienen el marketing y la publicidad en televisión de su lado". Para sobrevivir frente al empuje de las empresas multinacionales sólo hay un arma: la calidad, aseguran José Luis y Alfonso Jurado -hijos de Manuel- y Pedro Landa, director comercial. "Para nosotros es un orgullo mantenernos frente a las multinacionales y tenemos una gran misión: seguir creciendo en un mercado copado por ellas gracias a nuestra calidad y la incorporación de nuevos productos que dan un valor añadido", resume Pedro Landa. Café Jurado exporta poco, un 2% de su producción, aunque algunas de sus vallas publicitarias han llegado a verse en Rusia y un alicantino que veraneó en la Polinesia les aseguró que había desayunado con su café. Landa explica el truco: "Eso se debe a que el hotel pertenecía a un alicantino que utiliza nuestros productos". Circunscrita a su área geográfica, la firma ha planteado su expansión en mancha de aceite, es decir, hacia toda la Comunidad Valenciana, Murcia, Albacete y Ciudad Real, donde posee delegaciones propias y almacenes grandes con oficinas y chóferes para la distribución de un producto que es preferible consumir cuanto antes. Sólo existe una excepción a este desarrollo por tierras limítrofes y la constituye Galicia, donde también existe una delegación de Café Jurado por un motivo muy sencillo: la segunda fuente de turistas de esa comunidad son los alicantinos. El secreto de un buen café estriba en la selección de la materia prima y en la utilización de tecnología punta en la molienda, tueste y envasado. Respecto a la primera condición, Manuel Jurado señala que cada vez hay que estar más vigilante y que el proceso de limpieza es fundamental, ya que muchas veces llegan en los sacos -procedentes, en su mayoría, de Costa Rica, Colombia y Brasil- piedras o casquillos de bala. "Los países donde se cultiva el café son muy pobres y cada vez se abandonan más los cafetales", se lamenta. El grano de café es en principio verde y a medida que madura pasa de encarnado a rojo intenso. Cuando está negro, y no antes, es el momento de recolectarlo y, dado que la maduración no es uniforme en todas las ramas, es necesaria su recolección a mano. "Los norteamericanos lo hacen con máquinas y ganan en rapidez y se ahorran mano de obra, pero cogen muchos granos que todavía no están maduros", asegura Jurado.

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