Carne de artista a 999 pesetas

"Haber cogío una modelo más bajita", decía una señora que se cansó con sólo enterarse de que siete personas llevaban dos horas y media poniendo lonchas de jamón de pata negra sobre el metrochenta de la modelo. "Cuando se lo coman me voy a sentir desnuda", aventuraba la chica que se paseó la noche del sábado por el patio de la Diputación de Sevilla activando la pituitaria de las cerca de 800 personas que acudieron a la II Muestra de Arte Comestible. A Susana le devoraron hasta los pendientes del peculiar traje de flamenca que presentó al certamen la revista Aspasia, claro que estaban hechos de pan. Este espectáculo, cercano al canivalismo, se convirtió en una fiesta en la que el público se relamía pensando a qué le iba a hincar antes el diente: si a la Turbación mental, de Miguel Parra, que reproducía un pene de solomillo sostenido por una mano de queso, o a la sesada de ternera que ofrecía Jesús Algovi dentro de un cráneo humano. Los aficionados al arte y la cocina tuvieron la oportunidad hasta de adquirir carne de artista en la performance Carne de cañón, lo malo es que el artista estaba vivo y nadie se atrevió. El equipo, del que forman parte Javier Velasco y Antonio Quiles, no perdió la oportunidad de criticar la discriminación de la mujer. El kilo de sesada de hembra procedente del teatro costaba 999 pesetas; mientras que la del varón se cotizó a 1.900 pesetas. La ironía, más que la estética, inspiró las cerca de 50 obras que consumieron en esta peculiar exposición. Pollo belga alienado se convierte al régimen vegetariano, de Rafael Enterría, hizo las delicias de los paladares más exquisitos con sus carnes reconstruidas a base de arroz, espinacas, tomate y gelatina. La piedra filosofal, la obra de Paca Antúnez, necesitó un vigilante permanente para que los niños no arramblaran con los cientos de euros de chocolate que la artista había colocado junto a bombas doradas. "Hablo de la guerra de Yugoslavia, el poder y la violencia", explica Antúnez. Quien se quedó estupefacto ante la voracidad de los consumidores fue José María Larrondo que vio como la gente daba buena cuenta del jamón que él había cortado transversalmente, con su hueso y todo.
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