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¿Resistir es vencer? JOAN SUBIRATS

Joan Subirats

Es difícil encontrar algún lugar en España donde, tras los últimos comicios, el Partido Popular (PP) no esté por encima del 30% o el 40% en las municipales y en las europeas. En el País Vasco, la cosa empeora y sólo supera el 20%. Pero Cataluña supera en discordancia a los vascos, y así las candidaturas municipales de los populares alcanzan con apuros un misérrimo 10% de los votos. Hace cuatro años, el PP dio el gran salto en Cataluña, doblando el número de votos y concejales obtenidos en 1991. Sus resultados fueron tan espectaculares que sus contrincantes políticos se consolaban unos a otros afirmando que el PP había tocado "techo". Lo cierto es que los populares, a la baja, se mantienen en todas partes unos puntos por encima o por debajo del ya mencionado 10%. El gran batacazo se lo pegan en la ciudad de Barcelona -sus pérdidas en votos absolutos en la capital representan la mitad de sus pérdidas globales en Cataluña-, mientras sus resultados en el cinturón industrial y en el resto de Cataluña son más presentables, teniendo en cuenta el descenso de participación. El modelo Fisas no ha funcionado. Eso de buscar a alguien que hable más o menos catalán, aunque no tenga mucha idea de lo que ocurre en la ciudad y tampoco sepa muy bien qué tiene que decir, que pueda salir al ruedo dispuesto a recoger los frutos del tirón del Gobierno de Madrid y su correspondiente plataforma mediática, no ha hecho mucha mella en los ciudadanos que se acercaron a las urnas. La hipótesis está clara: a más desinformación, más dependencia televisiva y publicitaria, más impacto del efecto Aznar. Lo local cuenta poco. En muchas ciudades y pueblos de Cataluña aún se recuerda con estupor la toma de posesión de los nuevos consistorios de 1995, cuando se descubrieron quiénes eran los ilustres desconocidos que la ciudadanía había catapultado del anonimato a la condición de munícipe. El modelo se ha mantenido en esta ocasión con menor improvisación, pero también con resultados más discretos. No obstante, la bofetada ha sido peor para CiU, y ya se sabe que siempre es un consuelo que a los vecinos y competidores directos la cosa les vaya peor. Y es ahí donde cabe reseñar la relativa solidez del voto popular en Cataluña. No es probable que en las próximas elecciones autonómicas el PP baje de manera notable sus porcentajes. Sus más de 400.000 votos en las últimas autonómicas están entre los obtenidos el domingo pasado en las municipales y en las europeas. Si su candidato acaba siendo Josep Piqué, ello redundaría en una mejor capacidad de conexión con la Cataluña catalana que sus predecesores, y a buen seguro contaría con toda la artillería del PP en una elecciones que serán unas nuevas primarias de las generales. Todo ello, de confirmarse, plantearía muchos interrogantes sobre la capacidad de maniobra de un Pujol que, si por un lado puede intentar recuperarse recurriendo una vez más a su pedigrí nacionalista, sabe que de insistir por ahí, ERC resulta más creíble, y de basarse sólo en su labor de gobierno sin mensaje identitario, el PP puede medrar a su sombra y tornarse absolutamente imprescindible para la hipotética continuidad pujoliana. Duro panorama para un corredor de fondo al que se le va acabando el gas.

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