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"Okupas" emplumados en el cementerio

A diferencia de los humanos, que sólo se instalan por prescripción facultativa, las palomas muestran gran interés por vivir en el cementerio de Granada. El lugar, sin duda, ofrece atractivos. Está al lado de la Alhambra, rodeado de bosques y jardines y con unas magníficas vistas de la ciudad. Allí nadie las molesta y los vecinos, algo apáticos, no tienen queja alguna de ellas. Y si la tienen guardan un silencio sepulcral al respecto. La paz que encuentran entre los crisantemos ha animado a trescientas de estas aves a anidar en los columbarios. En los nichos duermen, comen, se reproducen y... defecan literalmente sobre los difuntos. Hábito escatológico que tampoco turba el descanso de los inquilinos, pero molesta a sus familiares que han protestado a la dirección del osario. Curiosamente fue un pariente de cuatro granadinos, un matrimonio y sus dos hijos, fallecidos en la tragedia de Biescas quien lo hizo de forma más airada. Ante los lamentos recibidos, Emucesa, la empresa municipal que gestiona el tanatorio, tomó cartas en el asunto hace dos semanas. La cruz que supone el problema, la llevó a actuar con el mismo rigor que caracteriza a sus clientes. La cuestión era cómo erradicar las palomas de forma no truculenta y sin levantar sospecha entre ecologistas y asociaciones defensoras de los animales. Las tradicionales técnicas de los diezmadores -veneno, perdigón y trampa- no parecían muy aconsejables. La solución definitiva también tenía alas y estaba en el aeropuerto. Aunque en buena lógica no se trataba de un avión. Desde hace años trabaja en el aeródromo granadino una empresa especializada en espantar las bandadas de pájaros que ponen en peligro el vuelo de las naves mediante el uso de aves rapaces. "Y a ella decidió recurrir la dirección del camposanto", explica José Antonio Muñoz, gerente de Emucesa. La sociedad Erradicación de Aves está formada por un grupo de cetreros, herederos del ancestral y noble arte de la caza con halcones. Comenzaron a funcionar hace quince días y los resultados, según la empresa, no se han hecho esperar: la población de okupas emplumados se ha reducido a sólo ochenta unidades. "Existían tres puntos negros dentro del recinto donde los excrementos apenas dejaban ver las inscripciones de los mármoles", señala el halconero Daniel López. Para expulsar a las palomas apenas ha sido necesario capturar a tres de ellas. El resto puso alas en polvorosa ente la temible presencia de Harrison Ford y Betty Boop, extraños nombres para dos magníficos ejemplares de harris-hawk (águila procedente del Golfo de México). "No se trata de dar caza a las palomas, sino de hacerles imposible la vida en el cementerio", advierte Daniel. Para ello, al anochecer, el cetrero recorre el recinto, azuza a las rapaces y espanta a los animales en sus dormideros para que sean incapaces de orientarse en la oscuridad y volver al cementerio. Los responsables de Erradicación de Aves aseguran que es un método selectivo y no masivo de control biológico. "De hecho a las colonias de urracas que también viven allí no se las molesta en absoluto porque no resultan nocivas", aclaran. Para que sea efectivo debe mantenerse en el tiempo, aseguran. "De lo contrario las palomas volverían". Aparentemente, sólo plantea un inconveniente. Si se marchan del tanatorio, ¿dónde se vuelven a instalar las aves? Quizá en la cercana Alhambra, donde pueden cagarse en los leones del patio y causar el mismo dilema.

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