Los problemas teatrales del flamenco
El intento de Javier Barón (Alcalá de Guadaria, 1963) de nuclear a su alrededor una solvente compañía de ballet flamenco lo ha conseguido sólo a medias. El asunto principal para que su proyecto en gran medida se quede en intenciones está claro, y ha sucedido mucho: no basta solamente contar con buenos músicos, una idea y preparados bailarines. El flamenco en su vertiente teatral y escénica necesita de una sólida estructura para sostenerse y ser aceptado con placer por el público; no basta en absoluto con encadenar una serie de números más o menos bien bailados uno detrás de otro. Como su nombre indica, lo teatral habla de una estructura global que debe recorrer todo el espectáculo, unirlo y desarrollarlo. Y esto falta cada dos por tres en Sólo por arte. El momento más intersante vino con la presencia de José Antonio como bailarín invitado, que interpretó un dúo con el propio Javier Barón, y donde el actual director de la Compañía Andaluza de Danza mostró la que fuera en otras etapas su vertiente más denostada. Ahora José Antonio exhibe un baile flamenco pleno de suficiencia y garra, de mordiente y fuerza, ante el que nadie podía acusarle de ser un bailarín-bailaor frío.
Javier Barón y su compañía flamenca
"Sólo por arte". Coreografía y dirección: Javier Barón; artistas invitados: José Antonio e Isabel Bayón. Escenografía: José Helguera. Vestuario: May Cantó. Festival Madrid en Danza. Teatro de Madrid, 12 de junio.
Javier Barón, por su parte, se sobrepone a los problemas de su físico, pues hoy día está aceptado cuán importante es la figura del bailarín, a veces en demasía y casi tanto como lo que baila.
Hay que resaltar la interesante escenografía de José Helguera, una especie de obra escultórica modular bastante cercana a la estética de Bolstanski, donde en una especie de nichos aéreos aparecen botos de bailaor iluminados por centelleantes velas y con el fondo de deslavazadas fotocopias de flamencos antiguos. Es la evocación hacia una eternidad en la que Javier Barón quiere entrar, y a la que evidentemente respeta.
También Isabel Bayón bailó con gracia y los músicos dieron una especial muestra de buen hacer, y concretamente los percusionistas. La idea de Sólo por arte es hacer una obra del baile por el baile, lo que compromete a crear sin argumento una continuidad. Las escenas, que pueden ser algunas más brillantes que otras, se aíslan por su duración natural y la hilatura apenas la consigue la presencia de los mismos intérpretes.
El resultado coincide en los problemas y el espectador se siente desbordado por un clima donde manda el zapateado, como si percutir el suelo fuera el único vehículo de expresión posible. En este sentido, salva un poco la situación la variedad con que Isabel Bayón conduce sus brazos y sus gestos, a veces vernáculos y a veces renovadores.
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