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Reportaje:

Terrassa y Sabadell, rivalidad eterna

Un home de Sabadell i un senyor de Terrassa: el más célebre de todos los tópicos que salpican la histórica rivalidad de las dos capitales del Vallès Occidental. Aún hoy no se quitan ojo y siempre hay alguien que defiende con ardor ser de mala raça y no de mala pell y viceversa. Pero la competencia no sólo sirve para zaherir al vecino, sino que se ha convertido en un motor del desarrollo económico, urbanístico y demográfico de la comarca. Este afán por no perder su identidad ha permitido a ambas ciudades no ser engullidas por Barcelona. Ambas tienen, a simple vista, mucho en común. Comparten el haber sido pioneras de la industrialización textil, un crecimiento paralelo a menudo a trompicones, el fenómeno de la inmigración y el haber salido airosas de la crisis textil apostando por el sector terciario. Pero en cuanto uno empieza a arañar en la superficie, salen las diferencias. Apuesta por los servicios Sabadell y Terrassa empezaron a distinguirse en el siglo XVII con el nacimiento de la industria textil lanera. La de Terrassa era una clase fabricante potente y alejada de las subalternas de la ciudad vecina. En cambio, Sabadell, según el historiador tarrasense Xavier Marcet, "tenía una estructura social más mesocrática, con mayor permeabilidad y movilidad social. En Terrassa eran capaces de condenar al ostracismo al dueño de una empresa por casarse con una de sus empleadas zurcidoras. En Sabadell, habrían entendido el matrimonio". Con la crisis del textil, las dos apostaron por convertirse en ciudades de servicios. Pero mientras que en Terrassa el textil desapareció en gran parte, en Sabadell las empresas que sobrevivieron salieron fortalecidas. En la actualidad, a orillas del río Ripoll se concentran las industrias más importantes de tintes y acabados de España. Pero la gran diferencia entre ambas ciudades, que marcará su futuro, es el suelo. A Terrassa le sobra suelo, su término tiene 70,10 kilómetros cuadrados, mientras que Sabadell carece de él, ya que sólo tiene 36,48 kilómetros cuadrados. "Sabadell ha agotado su término municipal y el nuestro es muy amplio. Terrassa es una de las pocas ciudades grandes que todavía crecen, mientras que Sabadell decrece", razona el alcalde de Terrassa, el socialista Manuel Royes. "Terrassa apuesta por el desarrollismo clásico, con el crecimiento económico como primer objetivo, Sabadell por la sostenibilidad", explica Antoni Sorolla, concejal de Urbanismo de Sabadell, La falta de suelo es un problema para los jóvenes que buscan piso. En diez años, el precio medio del metro cuadrado en Sabadell se ha doblado: ha pasado de 80.306 pesetas en 1988 a 171.200 en 1998. Terrassa tampoco se queda corta, de 70.679 ha pasado a 152.685 pesetas. Sabadell ha intentado combatir el éxodo juvenil, y en eso ha sido pionera en Cataluña, con medidas como pisos de alquiler de protección oficial para jóvenes. A Antoni Farrés, de IC-V, que es alcalde de Sabadell desde 1979 y no concurre a las elecciones, le gusta hablar de la transformación experimentada en la zona gracias a las nuevas tecnologías, porque son industrias que ocupan poco, son limpias y es posible integrarlas en el casco urbano, lo que constituye una alternativa a la falta de suelo. Terrassa ha optado por los grandes polígonos, que puedan albergar empresas de grandes estructuras. Orgullo de ciudad "Un aspecto que ha cambiado es que hasta ahora los tarrasenses no se sentían orgullosos de su ciudad; ahora ya sí", reconoce Royes. Y es que la gran transformación urbanística de Terrassa ha sido posterior a la de Sabadell. A finales de los ochenta Sabadell vivió su particular euforia con el Eix Macià, una vía urbana de un kilómetro de longitud con una amplia oferta comercial y de negocios, con el parque de Cataluña y concentrando su oferta de ocio en la Zona Hermética, un polígono industrial. La rehabilitación del parque de Vallparadís, el parque del Nord, la conversión en zona peatonal del centro y el macrocomplejo lúdico del Parc Vallès han impulsado la renovación de Terrassa. Sabadell tiene como proyectos en marcha la recuperación del río Ripoll, durante años calificado de cloaca a cielo abierto, para convertirlo en un parque fluvial en el que convivan la horticultura, el ocio, el deporte y la industria, con la urbanización de un nuevo barrio, Can Llong, que ofrecerá más de 3.000 viviendas, la mayoría de protección oficial, y que supondrá la construcción de una cuarta estación de Renfe y de una tercera salida a la autopista. Terrassa tiene la mirada puesta en la construcción de un campo de golf y en la revisión del Plan General de Ordenación para definir la ciudad del 2000. Sus dos alcaldes han convivido durante 20 años. Manuel Royes y Antoni Farrés, ambos procedentes de la burguesía de sus respectivas ciudades, se han caracterizado por el carisma y por querer infundir a sus ciudades personalidad propia. Royes se presenta a la reelección por última vez, tras cuatro mandatos ininterrumpidos, con una lista en la que destaca el número diez, su hija, Helena Royes. Farrés ha decidido que es momento de cambio y presenta a Dolors Calvet, candidata de Entesa per Sabadell, como su heredera.

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