La monotonía invernada
Es raro que la Trini se desvele y no consiga pegar ojo en toda la noche acostumbrada, como está, a levantarse bien temprano para trabajar en el invernadero. A pesar de todo, Trinidad Maldonado, la Trini para sus vecinas, lleva ya unos cuantos sábados desvelada, dando vueltas por la casa porque no puede dormir. La razón es muy sencilla: rebasa la hora que tiene acostumbrada a irse a la cama para quedarse, hasta las once y media de la noche de los viernes y sábados, en un taller de manualidades y reciclaje organizado por el Ayuntamiento de La Mojonera (Almería). "Cuando me ocurre eso empiezo a dar vueltas por la casa y me pongo a hacer cosas, pero es que ya no hay manera de que me entre el sueño", comenta. Al igual que Trini, una veintena de alumnas más, la mayoría agricultoras del poniente almeriense y madres de familia, hace sus particulares cabriolas horarias para no perderse "por nada del mundo" el curso de manualidades. "Es algo que nos gusta y nos sirve de relax. Nos lo pasamos estupendamente porque es el único entretenimiento que tenemos aquí los mayores, aunque todas trabajamos en el campo y tengamos que andar deprisa", comenta Trinidad. El taller de tiempo libre de la Escuela de Adultos y Asuntos Sociales ha movilizado a todo un colectivo de mujeres que tienen el denominador común de ser las dinamizadoras del hogar familiar (las labores de casa y las comidas son patrimonio suyo), además de padecer el considerable desgaste físico que conllevan las tareas agrícolas. "Es lo que más me asombra de todas ellas, lo cual constata que, en la vida de todo ser humano, es fácil que uno haga cosas que nunca pensó, pero hay que darle oportunidades a las cosas soñadas", explica Adela, la monitora. Entre los trabajos más sobresalientes destacan aquellas piezas diseñadas a partir de los desechos producidos en donde, precisamente, invierten la mayoría de sus energías: los invernaderos. Hojas secas y matojos, tubos de plástico gruesos y finos para riego por goteo, corchos de las bandejas de semilleros y todo el material inimaginable desprendido de las hectáreas de cultivo intensivo ha sido aprovechado para el curso. Las originales combinaciones pueden proporcionar desde resultones pedestales que imitan al mármol, mullidos cojines de restos vegetales, hasta muñecos de cartón piedra que exhiben como apéndices plásticos o alambres inservibles ya para invernaderos. "Esto no es sólo el mar de plásticos, también tenemos nuestras ideas y gustos y, cuando se nos presenta la ocasión, las hacemos. También es justo que podamos adornar nuestras casas", arguye Obdulia Cara, de 49 años, otra de incondicional del taller. El sacrificado horario requerido en la vega almeriense ha propiciado dos horarios adaptados los dos grupos de alumnas: dos tardes a la semana de 17.00 a 19.00 o viernes y sábados de 21.30 a 23.30. El proyecto no está exento de incitar a la concienciación ecológica en cuanto a los desechos de los invernaderos, problema traducido en miles de toneladas. "Me molesta muchísimo la suciedad de los invernaderos y esto es un modo también de promover entre la gente la inquietud a mantener limpio el entorno", comenta Adela. Otros trabajos como el de vidrio pintado y decorado, restauración de tinajas, escayolas, pátinas y demás técnicas decorativas se han empleado en los cuatro meses de taller. La exposición de los trabajos en la barriada de la Venta del Viso dejará constancia de que allí, desde hace unos meses, existe también, junto a los invernaderos, una parcela virtual del arte aplicado al uso doméstico que roba a la Trini horas de sueño.
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