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Un océano de burocracia

El amor no está por encima de las leyes. La familia, tampoco. Y es poco probable que la tierna imagen de dos bebés -morenos, como su padre, y de mirada avispada- ablande el corazón de los burocratas que aplican de manera inflexible y, en algunos casos, antijurídica la legislación española en materia de inmigración y extranjería. Amparo Cuesta, vecina de Torrent, podría ofrecer, muy a su pesar, un cursillo sobre la materia. Madre de un niño de seis años, la suerte le sonrió en un programa de televisión de nombre más que premonitorio: El flechazo. La caja tonta le envió a Cuba, donde en noviembre de 1997 conoció al que puede ser el hombre de sus sueños. Un hombre, dice ella, encantador, de 194 centímetros de altura y hasta hace poco deportista de profesión con el que se volvería a encontrar en su siguiente viaje a la isla, entre julio y agosto del año pasado. Fruto de su segundo encuentro, se quedó embarazada: Pau y Neus nacieron el pasado 24 de marzo, pero aún no conocen a su padre. El Consulado general de España en Cuba lo ha impedido, porque se "ha estimado insuficiente la acreditación de la voluntad de retorno al país de origen, la del arraigo en el de residencia y la de la solvencia económica y profesional" de Carlos Manuel Monteagudo. Éste, el progenitor, sólo demanda un visado para una estancia de tres meses en Valencia, - de entrada no se ha planteado residir indefinidamente en España- y, tal vez lo más importante, su compañera sentimental ha acreditado su capacidad económica para costearle su periplo en Europa. "Es impresentable la discriminación con la que trabaja la Administración española, que en flagrante violación de la legalidad se arroga la capacidad de decidir quién está arraigado en su país o de negar la evidencia, que Monteagudo no tendrá problemas de dinero para mantenerse en España", asegura Salvador Molins, abogado del servicio de inmigración de la Confederación General del Trabajo (CGT). De nada han servido, de momento, las peticiones al consul en Cuba, las acreditaciones ante notario de la solvencia económica de Amparo, o las cartas que ésta y su pareja han remitido a las autoridades españolas. El consulado, que no entiende de niños y tampoco parece tener especial querencia hacia las familias, no modifica su postura. Carta modelo y fin de las reclamaciones ante el ejecutivo para que un hombre se pueda reunir con sus hijos, a los que ni siquiera ha visto en foto. "Esta resolución pone fin a la vía administrativa. Contra ella podrá interponer recurso contencioso-administrativo" en el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, lo que implica que el fallo no se produciría, en el mejor de los casos, antes de un par de años. Demasiado tiempo. Ahora, sólo se puede estar a la espera de las iniciativas de Molins, quien no oculta su "profunda indignación" . De hecho, nada ha hecho mella en nuestros funcionarios destacados en el Caribe, que desoyen tanto los argumentos jurídicos como las apelaciones a la dureza de la situación. "Por favor, se lo suplico, tenga en cuenta la situación de padre comunitario y, sobre todo, el dolor que nos produce esta separación y lejanía", escribió la madre de Pau y Neus al cónsul en La Habana. "En nombre de las magníficas relaciones que tienen Cuba y España en estos momentos (...), en nombre de lo sagrado que es traer al mundo dos hijos de una sóla vez, en nombre de lo humano de mi caso, le ruego reanalice la posibilidad de que se me conceda el visado para poder visitar por tres meses España", pidió Monteagudo a idéntico destinatario, el cónsul Eduardo de Quesada. Resultado nulo. Las llamadas a la sensibilidad no han tenido más fuerza que las razones legales. Molins ya se dirigió al Ministerio del Interior para recordar, antes del nacimiento de los críos, que "ser cónyuge de una ciudadana española y padre de dos niños españoles" es razón más que suficiente para "la concesión de un visado", algo que aún no ha sucedido "por los diferentes problemas y obstáculos, casi trabas, burocráticos y administrativos encontrados". Mientras los niños sonríen, el abogado espera y la madre desespera.

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