Ciutat Vella a golpe de excavadora
Excavadoras en las calles, grúas levantando pisos, amén de un sinfín de fachadas parapetadas con estructuras tubulares ha sido el paisaje que ha predominado en el corazón de Barcelona, Ciutat Vella, en los últimos cuatro años. En este periodo, este distrito ha ocupado el segundo lugar en la clasificación de la inversión pública con algo más de 12.000 millones de pesetas, cifra sólo superada por Nou Barris. El centro de la ciudad ha seguido trabajando en la misma línea iniciada hace ya algo más de 10 años: conseguir hacer compatible el centro histórico con el uso residencial para que el barrio no acabe convertido en un espacio fantasma, deshabitado, al caer la noche. Como reconoce el regidor del distrito, el socialista Joan Fuster, quien no renueva candidatura, para lograr ese objetivo el principal problema es el acondicionamiento de las viviendas y la mejora del espacio público. En cuatro años, se han liberado algo más de 17.000 metros cuadrados, lo que ha posibilitado la construcción de más viviendas y la apertura de nuevos espacios, en los que antes no entraba el sol. La primera fase del plan central del Raval es una de las actuaciones más claras: las abigarradas construcciones de viviendas ya cerradas o muy deterioradas entre la calle de Sant Jeroni y la de la Cadena han dado paso a una espaciosa rambla que, por otra parte, muestra de una forma más descarnada el deterioro de las viviendas que ahora se someterán al proceso de rehabilitación. Ésa es, precisamente, una de las palabras que más repiten todos los responsables municipales al referirse a Ciutat Vella. En los últimos cuatro años, la inversión privada en la rehabilitación de pisos se ha elevado a 8.361 millones de pesetas. En total, 8.265 pisos y locales del corazón de la ciudad han experimentado algún tipo de mejora. Más de la mitad de las rehabilitaciones han partido de la iniciativa de las propias comunidades de propietarios, que poseen el 70% de los edificios de Ciutat Vella. Las ayudas que han recibido para la mejora de sus viviendas representan el 30% del coste total de las obras. El nuevo suelo se ha dedicado, en parte, para levantar vivienda pública nueva. En cuatro años, se han edificado 790 pisos nuevos, de los que 235 todavía no están acabados. Parte de las nuevas viviendas han sido destinadas a reubicar a los afectados por los proyectos urbanísticos. Amplias aceras y fachadas perfectamente alineadas contrastan con el perfil de calles estrechas y edificios centenarios que sigue predominando en Ciutat Vella. Al otro lado de la Via Laietana, el espectáculo de bloques por estrenar también convive con las vetustas edificaciones por detrás de la avenida de Francesc Cambó, apertura que será realidad en los próximos años. De momento, las piquetas están dando cuenta del viejo mercado de Santa Caterina, que resucitará a finales del 2000. Las reformas se notan en todos los barrios que conforman el distrito y algunas actuaciones son más aceptadas que otras. En la Barceloneta, por ejemplo, se reclama la urgente rehabilitación de las viviendas. "Aunque, más que rehabilitación, lo que hay que hacer es reformar y dar nueva estructura, ya que los pisos originales sólo tienen 30 metros cuadrados", comenta el presidente de la Asociación de Vecinos de la Barceloneta, Joan Manel Moscat. La transformación del casco antiguo también se está notando en el mercado inmobiliario. En 1995, el metro cuadrado de vivienda nueva costaba 193.000 pesetas y el año pasado ascendía a 230.000. La progresión de los precios también afecta al grueso de la oferta, formada por viviendas de segunda mano. Un ejemplo del interés que está cobrando el centro de la ciudad en el mundo inmobiliario es la proliferación de agentes de esa profesión. Algo que hace 10 años era impensable. El encarecimiento de la vivienda es uno de los fenómenos que suscita las quejas de las asociaciones de vecinos, y de forma especial la del Raval, barrio que, además, se ha puesto de moda entre profesionales y artistas. "Aquí ya no hay forma de encontrar un piso barato", dicen los vecinos veteranos. Pese a que Ciutat Vella, como el resto de los distritos, ha perdido población -en 1991 era de 90.612 habitantes y 83.829 en el padrón de 1996-, y pese a que el 27% de sus habitantes tiene más de 65 años, últimamente se está produciendo una recuperación por el lado contrario de la tabla y la tasa de natalidad ha pasado del 6,9% de 1991 al 8,0% de 1996. Recuperación que, en gran parte, se debe a la población inmigrante afincada en el distrito, la única que ha experimentado un incremento en los últimos años, sobre todo en el Raval, donde supone el 10% de la población, proporción similar a la de algunos barrios de ciudades europeas con fuerte inmigración. Un vistazo a la salida de las guarderías y de los colegios públicos del distrito, sobre todo en el Raval, basta para tener una idea de la progresión de la población inmigrante, sobre todo la procedente de los países del norte de África. Una mirada a los comercios de la calle de Sant Pau y la del Hospital sirve para constatar la proliferación de pequeños colmados, carnicerías y locutorios regentados por inmigrantes. Algo que es bien visto por los responsables municipales, pero no tanto entre el vecindario. La convivencia entre inmigrantes y antiguos vecinos de Ciutat Vella es diagnosticada de forma muy diversa y todavía hay muchas voces que asocian el fenómeno de la inmigración al de la delincuencia. Sin embargo, las antaño frecuentes noticias de sucesos en Ciutat Vella no abundan, aunque el distrito estuvo en el ojo del huracán el verano de 1997, al descubrirse prácticas de pederastia. Lo que inicialmente la policía presentó como la gran red de pederastia internacional quedó en un caso de abusos de menores por parte de dos adultos con la particularidad de que hizo daño a muchas personas, no sólo a los menores. Y perjudicó a un barrio que lleva años intentando sacarse de encima el estigma de lumpen.
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