Economista y profesor de la Universidad de Lleida

¿Qué papel ha desempeñado el cooperativismo en el desarrollo y la modernización de la agricultura catalana? R. La función de estas entidades ha sido bastante pobre. El cooperativismo nace muy institucionalizado y con muchas y fuertes connotaciones políticas. Por eso precisamente, las cooperativas no han tenido la evolución adecuada. Durante la época franquista estuvieron muy mediatizadas políticamente, y eso las marcó tanto que no pudieron ejercer el papel que tuvieron en otros países europeos. En esa etapa muchos presidentes de cooperativas llegaron a ser ministros del general Franco. ¿Hacia dónde deben evolucionar las cooperativas agrícolas? R. Está claro que el futuro de la agricultura pasa por el asociacionismo de los payeses. Es decir, las cooperativas o cualquier otra fórmula de asociacionismo es el futuro de los agricultores, y más en las comarcas del llano de Lleida, donde la estructura de la propiedad es más pequeña. Estas asociaciones deberían evolucionar desde las cooperativas de producción hasta las cooperativas de distribución, industrialización y de segundo y tercer grado, de manera que abarquen todo el proceso: desde la producción hasta el consumo final. ¿El modelo de la Agropecuaria de Guissona es un ejemplo que imitar o existen otras fórmulas para desarrollar el campo? R. Hasta ahora ha sido un modelo válido. El problema que tiene ahora esta cooperativa es que algunas de sus divisiones se han transformado en sociedades anónimas y quiere entrar en bolsa para buscar nuevas vías para financiarse. Esta modernización puede suponer un alejamiento de los agricultores, lo cual rompe el espíritu inicial del cooperativista. Las cooperativas del futuro han de integrar mucho más todo lo que son cuestiones comerciales, industrialesy de transformación respecto al propio agricultor.