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La reforma del entorno del mercado de Santa Caterina será opuesta a la del Raval

Anatxu Zabalbeascoa

Se ha iniciado el derribo del antiguo mercado barcelonés de Santa Caterina, en el Casc Antic. Tras la prospección arqueológica que seguirá a la demolición, la construcción del nuevo complejo podría empezar este mismo verano. El arquitecto Enric Miralles es el autor de un plan especial para la zona, con unos planteamientos urbanísticos opuestos a los que se han aplicado en el Raval, y el ganador del concurso para rehabilitar el mercado y las áreas adyacentes.

Miralles no teme las reacciones de unos vecinos cuyas protestas motivaron en su día el derrumbe del monumental acceso a un aparcamiento que había diseñado otro arquitecto, Óscar Tusquets. El proyecto de Tusquets constituía el pedestal de un puente que debía atravesar la calle de Pau Claris y que nunca llegó a construirse. Con ese historial de planes inacabados, protestas vecinales y urgente necesidad de reforma urbana, Miralles, que vive a unas calles de ese lugar, ha visto iniciar las obras de su proyecto. "Los vecinos van a salir ganando", afirma. "Recuperarán su mercado saneado y multiplicarán por tres sus servicios al incorporarse al nuevo edificio un aparcamiento gestionado por la entidad de aparcamientos municipal, más espacio público y una zona de residencia estudiantil". Según Miralles, Ciutat Vella es una zona urbana compleja que ha sobrevivido a muchas contradicciones y destrucciones. "No es lo mismo planificar en un lugar donde primero haces las infraestructuras, los servicios, luego trazas las calles, decides una ordenanza y, finalmente, haces los edificios que construir aquí. El Casc Antic es un terreno muy complejo y compartimentado en todos los sentidos, tanto desde el punto de vista del espacio como de la propiedad y, por lo tanto, de las decisiones". Consciente de las dificultades para alcanzar un acuerdo entre las diversas partes implicadas, Miralles considera que el principal problema de este proyecto radica en el día a día. "Es importante", apunta, "que quienes estamos trabajando en el proyecto tengamos autoridad para coordinarlo y contemos con una fortísima voluntad política detrás para que no se produzcan los mismos errores que se han sucedido hasta ahora". El arquitecto justifica que su propuesta de reconversión sea radicalmente distinta a las anteriores intervenciones realizadas en el Raval asegurando que, en su opinión, la normativa en una parte de la ciudad como el Barri Gòtic no se puede hacer definiendo únicamente una anchura de calle y una altura de cornisa: "Eso sería, siendo buenos, lo que han hecho en el Raval definiendo un tipo edificatorio único. Esa manera de construir tiene que ver más con las limitaciones de un presupuesto que con las necesidades de un lugar. En los extrarradios se pueden trazar las calles y colocar los edificios, pero un centro histórico exige un trabajo más complejo. En Santa Caterina hemos querido trabajar con estructuras que se produzcan por superposición a lo anterior". Tras las demoliciones pertinentes, según el proyecto de Miralles, se tratará de aprovechar fragmentos y trazas de las arquitecturas anteriores para producir un híbrido, que es, en opinión del proyectista, la mejor manera de definir la zona. Entre otros factores, Miralles atribuye el deficiente mantenimiento de las viviendas que se han construido recientemente en el Raval a un presupuesto excesivamente limitado. Para el proyecto de Santa Caterina, el arquitecto espera poder contar con más medios. "No se puede construir Ciutat Vella con los niveles de calidad con que se estaba levantando la vivienda pública", afirma. "El tipo de vivienda que se ha construido en ese barrio funciona mejor en un polígono industrial, donde hay otras ventajas, por ejemplo más luz y mejor orientación". En Ciutat Vella hay problemas de iluminación, densidad y orientación que su proyecto trata de paliar deshaciendo las fachadas contiguas para construir formas fragmentadas que suban girando en busca de la luz. "En lugar de simplificar las ideas, hemos querido hacernos eco de la complejidad del lugar para hacer una arquitectura que hable su mismo idioma", concluye.

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