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Una visita a la soledad terminal

Tres equipos de médicos y psicólogos asisten a domicilio a afectados de VIH incapacitados para seguir el tratamiento

Cada semana, como media, 150 enfermos de sida con numerosos problemas sociales reciben en su casa la visita de un médico, un psicólogo y, en algunos casos, un trabajador social, que les ayudan a seguir el tratamiento y a mejorar sus condiciones de vida. Son los profesionales de tres equipos de asistencia domiciliaria de la Comunidad de Madrid. Dos de ellos pertenecen a la Oficina Regional del Sida y el tercero, que corresponde a la Agencia Antidroga, es conocido como Programa Nido y está especializado en ex toxicómanos terminales apuntados en planes de metadona.Todos prestan apoyo a personas que, por sus dificultades sociales y familiares, o por su quebrantada salud, no pueden combatir solos la enfermedad. Entre otros cometidos ayudan a los pacientes a seguir las terapias combinadas que han rebajado la mortalidad del sida, pero que suponen la ingesta diaria de numerosas pastillas, algo que requiere cierto control.

Andrés, vecino del deprimido barrio de La Fortuna (Leganés), de 28 años, infectado de VIH desde los 12, no puede salir de casa a recibir la atención sanitaria y psíquica por su enfermedad y por sus frecuentes depresiones. Así que es el equipo de Nido, formado por un médico y una psicóloga, el encargado de vigilar su estado de salud física y mental y de apoyar también a su madre, Matea Cabrerizo, con la que vive en una modesta casa baja donde antaño esta familia regentó una chatarrería.

Esta mujer de 65 años, a quien la palabra droga le sonaba a chino, sabe lo que es sufrir. Ha visto morir ya a un hijo de sida y tiene enfermos del mismo mal a Andrés y a su hermano mayor. Eso después de recorrer durante años España entera para visitarles en las cárceles donde cumplían condenas por atracos.

"La visita de estos chicos nos viene muy bien porque cuidan de mi hijo, que cada vez está más caído, y escuchan mis penas", explica esta madre que sufre numerosos achaques. "Me gustaría poderle dar los mejores alimentos, porque está muy flaco y veo que se me va, pero vivimos con 64.000 pesetas", añade.

Al oír esa cifra, a su hijo Andrés, un ex toxicómano que ahora toma la metadona que le recoge su madre en el centro de atención a drogodependientes, se le enciende la sangre. "Mi madre recibía 40.000 pesetas de pensión, pero por dejarme vivir en su casa se la han rebajado, porque yo cobro otras 32.000. O sea, encima de que me cuida cobra menos. ¿Es que quieren que me eche?", asegura este hombre que pasó ocho años preso e intentó suicidarse.

"Con 11 años me escapé de casa porque me gustaban las buenas zapatillas y las motos, y la única forma que vi para tener dinero, siendo de una familia pobre, fue hacerme pisos y bancos con un colega, pero me enganché a la heroína y ya seguí robando para comprarla", explica.

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"Con 12 años, cuando me dijeron que tenía sida no sabía ni lo que era, pero pensé que moriría pronto; al salir de la cárcel por enfermedad hace tres años me daban meses de vida y aquí estoy, pero casi no puedo ni salir de la cama y el único consuelo que tengo es mi madre", concluye.

Isabel Ventín, la psicóloga de Nido, explica que casi siempre tienen que echar un cable para solucionar problemas económicos y judiciales de sus pacientes. "Por eso necesitamos un trabajador social en el equipo", afirma. "No sólo asistimos al enfermo, también a su familia, a la que, en los casos de fallecimiento, seguimos apoyando", matiza.

"Somos sólo dos profesionales y hacemos lo que podemos, pero necesitamos más personal porque hay usuarios que precisan más de lo que podemos darles", añade Ventín.

José Artolazabal, el médico, apostilla que, aunque no tienen lista de espera, los hospitales y centros de drogodependientes les derivarían más casos si se ampliará el equipo. "Ahora temen que no demos abasto", concluye.

El programa comenzó en septiembre de 1997 y desde entonces por él han pasado 54 enfermos. En la actualidad atienden a 41 pacientes, la mayoría hombres, con una edad media de unos 35 años. No todos son enfermos terminales, también hay quien precisa esta ayuda sólo temporalmente. Los pacientes viven en sus pisos, en hospitales y casas de acogida.

4.000 enfermos de sida

Además del programa Nido, desde enero de 1998, existen dos unidades de cuidados domiciliarios para enfermos de sida en las áreas sanitarias 1 (Arganda, Moratalaz, Retiro, Vallecas) y 8 (Alcorcón, Móstoles y Navalcarnero). Cada una de ellas está formada por un médico, un enfermero, un psicólogo y un trabajador social. A diferencia del programa Nido, que se desarrolla en toda la región, estos equipos ciñen su cometido a las zonas sanitarias a las que pertenecen. Otra diferencia es que, mientras Nido está dedicado sólo a ex toxicómanos integrados en programas de metadona, estas unidades atienden a todo tipo de enfermos de sida.Unos y otros recalcan que sus trabajos no sólo no se solapan sino que es necesario crear nuevos servicios similares. En Madrid viven 4.000 enfermos de sida y un número sin precisar de infectados. Una parte de ellos no necesita de estos servicios, porque vive en un entorno familiar y social que les protege, pero otros utilizarán estos servicios domiciliarios si se incrementan.

Pedro Montilla, director de la Oficina Regional del Sida, de la que dependen estas unidades, considera necesario dotar de estos equipos a las áreas sanitarias 4 (Ciudad Lineal, Hortaleza, San Blas y Barajas); 7 (Centro, Chamberí, Latina) y 11 (Aranjuez, Arganzuela, Carabanchel, Usera y Villaverde).

En año y medio, las unidades han atendido a 132 pacientes derivados por hospitales, ONG y centros de atención primaria, servicios sociales o de drogodependientes. Ahora son 100 los usuarios que reciben asistencia.

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