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GUERRA EN YUGOSLAVIA Política y diplomacia

La OTAN reitera que seguirán los bombardeos hasta que Milosevic acepte sus condiciones

La OTAN continuará sus bombardeos hasta que Slobodan Milosevic acepte las cinco condiciones que la Alianza anunció en los primeros días de sus ataques. Con esta advertencia, el portavoz civil de la OTAN, Jamie Shea, llamó ayer a los Diecinueve a cerrar filas en la conveniencia de mantener con firmeza y sin fisuras la campaña aérea. La secretaria de Estado de EEUU, Madeleine Albright, apostilló desde Londres que es necesario "continuar" la campaña aérea hasta conseguir "lo que es necesario" en Kosovo. El primer ministro francés, Lionel Jospin, de visita en Roma, coincidió en que no se dan las condiciones para parar los ataques. Mientras, Italia y Grecia piden flexibilidad para que cesen los bombardeos.

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Las crecientes discrepancias entre los aliados y los esfuerzos por ocultarlas parecen ser el reflejo de que la campaña contra Yugoslavia ha llegado a un momento crítico. Las negociaciones con Rusia hacen pensar que la guerra puede acabar de un momento a otro. Pero si éstas fracasan ganarán terreno quienes defienden una invasión terrestre y, con ella, la prolongación del conflicto durante meses. El pánico a ese segundo escenario explica que países como Italia y Grecia, los más cercanos a Kosovo, presionen en favor de un acuerdo rápido aunque sea a costa de hacer concesiones a Slobodan Milosevic.Pero Madeleine Albright, que se entrevistó ayer en Londres con el ministros de Defensa y Exteriores británicos, Doug Henderson y Robin Cook, dejó claro que no está en la agenda de la OTAN detener los bombardeos antes de que el presidente yugoslavo acepte las condiciones de la comunidad internacional. "Hemos estado hablando de la necesidad de mantener una campaña sostenida, nuestra campaña aérea, para lograr lo que es allí necesario", dijo.

Halcones y palomas

Hay ya dos guerras en Yugoslavia. La militar y la diplomática. Aunque son complementarias, la posibilidad de un acuerdo diplomático ha provocado las primeras disensiones entre los aliados. La OTAN está ahora dividida entre halcones y palomas.

Las palomas (Italia y Grecia) defienden la necesidad de llegar a un acuerdo rápido que acabe con el conflicto. Soportan una enorme presión de sus opiniones públicas porque son los países más cercanos a la guerra real. Los italianos, vecinos geográficos y directamente afectados en su economía, corren el peligro de ver caer la coalición de izquierdas que gobierna la península. Los griegos, tradicionales amigos de sus hermanos de religión ortodoxa, han apoyado la guerra por coherencia de aliado, pero desde que empezó no desean otra cosa que verla acabar.

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Entre las palomas y los halcones está Alemania. Bonn ha sido uno de los puntales políticos de la Alianza. La coalición de socialdemócratas y verdes ha aguantado bien hasta ahora, pero las crecientes críticas al conflicto pueden debilitar esa fortaleza. El ministro de Exteriores alemán, Joschka Fischer, ha pedido a la OTAN que revise su lista de objetivos en Yugoslavia, después de los repetidos errores que han causado daños en representaciones diplomáticas en Belgrado. "Tenemos una urgente necesidad de hablar", manifestó tras una reunión con su colega suizo, Joseph Deiss, en Bonn.

Un portavoz de Exteriores informó ayer de que Fischer había transmitido este deseo al secretario general de la OTAN, Javier Solana. El portavoz de Exteriores, Martin Erdmann, manifestó que la iniciativa de Fischer no es ningún intento de colarle a la OTAN "un alto el fuego por la puerta trasera".

Y es que entre los duros, unos lo son más que otros. Londres ha defendido la necesidad de invasión terrestre y se ha enfrentado a Estados Unidos hasta el punto de que Bill Clinton y Tony Blair tuvieron que aclarar los malentendidos en una hora y media de conversación telefónica el pasado martes. Según la prensa británica, Clinton exigió a Blair que controlara mejor a los medios de comunicación para que dejen de hablar de discrepancias entre Washington y Londres.

Estas discrepancias eran impensables hace dos semanas. Llegan precisamente cuando Milosevic empieza a sufrir disidencias. Los esfuerzos diplomáticos de los aliados se concentran en dos frentes: el G-8 y los enviados especiales ruso, americano y europeo. Víktor Chernomirdin, Strobe Talbott y Martii Ahtisaari han de salvar tres grandes escollos: la composición de la fuerza internacional, la retirada de las fuerzas yugoslavas, y el momento del alto el fuego (antes o después de la resolución del Consejo de Seguridad).

Altos funcionarios del G-8 (los siete países más desarrollados y Rusia) se reunieron ayer en Petersberg, en las cercanías de Bonn, para seguir elaborando el proyecto de resolución de la ONU sobre Kosovo. La tarea no ha concluido y el representante ruso en la reunión, el viceministro Georgui Mamédov, calificó de "duras" las discusiones.

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