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ELECCIONES EN ISRAEL

Ehud Barak, un hombre de armas llamado a ganar la paz

El líder laborista, que ha sido el militar más condecorado de Israel, no será un negociador fácil para los palestinos.

Ehud Barak, el ya primer ministro laborista israelí, es un halcón que se muestra, sin embargo, dispuesto a reabrir el diálogo con los palestinos para alcanzar una solución definitiva y pacífica en el conflicto.Nacido hace 57 años en el kibutz de Mishmar Hasharon, es el militar más condecorado del Ejército israelí, al que ha dedicado treinta años de su vida. Puso fin a su carrera militar en 1995, cuando, en una edad ya madura, entró en el mundo de la política al ser designado ministro del Interior en el Gobierno de Isaac Rabín. Barak es el heredero político e intelectual del asesinado primer ministro, quien siempre mostró hacia este brillante militar una especial predilección, mucho mayor que la testimoniada en público y en privado hacia su compañero infatigable de tareas políticas, Simón Peres, con el que mantenía unas relaciones, cuando menos, difíciles y tensas.

El nuevo primer ministro laborista ha servido en los más diversos sectores del Ejército, desde la División de Carros de Combate hasta los departamentos de los Servicios Secretos. Como militar de trinchera, participó directamente en la guerra del Yom Kippur (1973) en el frente del Sinaí y en las operaciones de ocupación de Líbano en 1982. Su participación en estos combates le valió en 1983 ser promovido a general. A continuación desempeñó cargos de importancia en la burocracia del Ejército, que culminaron en 1991 con su designación como jefe del Estado Mayor, el puesto más alto en la cúpula militar.

Barak vivió el proceso de paz con los palestinos desde las mismas trincheras y dirigió las tropas israelíes que, en mayo de 1994, se retiraron de Gaza y Jericó en cumplimiento de los Acuerdos de Oslo. Él mismo jugó, además, un papel destacado en la negociación del acuerdo de paz con Jordania, firmado en 1994, el más importante de los pactos internacionales israelíes después del rubricado con Egipto en 1979.

Su compromiso militar con el proceso de paz en Oriente Próximo le obligó a desplazarse a Wye (Estados Unidos), en 1994 y 1995, para formar parte de la delegación israelí en las conversaciones con los sirios, con quienes se empezó a tratar la posible retirada de los Altos del Golán y el repliegue de la franja ocupada en el sur de Líbano, negociaciones que quedaron paralizadas tras el asesinato de Isaac Rabín, en noviembre de 1995.

Su experiencia militar le sirvió como trampolín para iniciar en 1995 su carrera política dentro del Partido Laborista, primero como ministro del Interior en el Gobierno de Rabín y más tarde como responsable de la cartera de Asuntos Exteriores durante el mandato de Simón Peres como jefe de Gobierno y tras el magnicidio del primer ministro Rabín en Tel Aviv.

Barak es un hombre cauteloso al que le cuesta pronunciar la palabra "paz" o "negociación". Lo dejó claro el pasado mes de marzo en su comparecencia ante la prensa internacional, cuando inició la carrera electoral. Consecuente con estas cautelas, el nuevo dirigente israelí ha evitado abrir un debate sobre el proceso de paz con los palestinos durante los cinco meses que ha durado la campaña, aunque es consciente de sus compromisos.

"Traeremos a los chicos a casa, de regreso desde Líbano, en el cuadro de un acuerdo que mejore la seguridad en el norte de Israel, y lo haremos antes de junio del 2000, es decir, un año después de la formación del próximo Gobierno", anunció Barak en aquella comparecencia electoral ante la prensa internacional.

Pero ésta no es la única promesa electoral de Barak, quien ha anunciado también la reanudación de diálogo con Damasco y, sobre todo, la aplicación de los Acuerdos de Wye, firmados por Benjamín Netanyahu con los palestinos en octubre de 1998. Sin embargo, el recién elegido primer ministro ha impuesto también sus condiciones a la reanudación del proceso de paz: una Jerusalén unificada bajo la soberanía de Israel, la negativa a volver a las fronteras anteriores a la guerra de los Seis Días (1967) "bajo ninguna circunstancia", la no aceptación de un Ejército palestino al oeste del río Jordán y el respeto hacia algunos de los asentamientos en los que viven en la actualidad 160.000 colonos.

Las líneas rojas trazadas por Barak sobre el proceso de paz le convertirán, sin duda, en un negociador difícil y correoso. Como si se tratara de una partida de ajedrez, moverá cada una de las fichas con la misma reflexión y destreza con las que estudió las carreras de Matemáticas, Física, Economía o aprendió a tocar el piano.

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