Fotos en el "Archivo"

JOSU BILBAO FULLAONDO El apoyo que presta a la difusión de la fotografía actual la sala de exposiciones del Archivo del Territorio Histórico de Alava es verdaderamente loable. Ubicada frente al campus universitario de Vitoria, presenta de manera regular los aspectos más atrevidos de esa disciplina. Es la única galería estable de este género que puede encontrarse en Euskadi, gracias a la dinámica de su coordinador, Esteban Lozano, y al sostén económico imprescindible desde la Diputación Foral. Un esfuerzo que se recupera con creces merced a la buena calidad de los autores que allí cuelgan. Generalmente son figuras relevantes, con prestigio internacional reconocido, que provienen de uno u otro lugar. En lo que va de año se ha presentado las últimas creaciones de Gorka Salmerón, Aitor Ortiz e Iñaki Larrimbe, autores vascos, pioneros de una generación inquieta que, con la energía de criterios propios, renueva sobre estéticas asentadas. Llegada la primavera la galería está ocupada por aspectos más populares. Una diversificación enriquecedora que ahora recoje, hasta principio de junio, los trabajos más destacadas en el XXX Concurso Fotográfico San Prudencio. Vitoria en estas fechas, como puede verse, no son todo caracoles y perretxikos. La Sociedad Fotográfica Alavesa, creada en 1993, es quien se encarga de la organización de este evento, selecciona las imágenes que se presentan y determina el jurado que premia lo más relevante. Una responsabilidad heredada de la sección de fotografía dependiente de la Diputación que con anterioridad se encargaba de estos menesteres. En esta ocasión el premio de honor, elegido por la fotógrafa alavesa Pilar Albajar, el guipuzcoano Gorka Salmerón, y el pintor José Mª Solitario, ha sido para Rafa Martín. Con trazado vertical, en blanco y negro, ha presentado una naturaleza muerta. Sobre un fondo oscuro aparece una forma humana cubierta por una tela y cierto aire fantasmagórico; delante de ella, sobre una mesa, se ha dispuesto una calabaza seca en forma de cantimplora; y antepuesto a este conjunto, como una interferencia a sus formas, en tonos más claros para atraer la mirada, se ubica una vieja fotografía raída por el tiempo, el plano medio de una mujer sobre un cristal rectangular que eleva el grado de intriga que ofrece el conjunto. Un resultado interesante, elaborado con detalle, que si bien recuerda la manida técnica de superposiciones, no carece de un brillo especial. Otras muchas fotos conforman la exposición. Retratos de estudio, instantáneas de niños jugando en la calle, alguna toma taurina, incluso distorsiones llevadas a cabo en laboratorio o con gran angular. Noche mediterránea, La mirada pintada, Sueño, Expresiones o Vista imaginaria son títulos de algunos ejemplos divertidos. Mayormente se adentran en un espacio estilístico marcado por corrientes perfiladas desde algunas revistas especializas, pero resaltan intenciones de búsqueda intensa. Una atención especial merece la serie de Alexis Torres. Cuatro composiciones sobre escenas sencillas cargadas de intensidad plástica. Es una delineación figurativa amparada en diferentes segmentos lumínicos a los que sugerentes contraluces cargan de poesía. Instantes repletos de sensibilidad artística y humana, una combinación digna de elogio y que, en su particular percepción, emparenta con las raíces más consistentes de un mundo de luces y sombras. Del conjunto de los trabajos plásticos expuestos se extrae la esperanza de un futuro alentador. Son merecedores de exhibición en un lugar de prestigio como es el Archivo y el complemento justo para una labor de vanguardia, muchas veces olvidada, que se desarrolla desde esta sala de exposiciones. Un recinto que suple con creces la función que quizás algún día tengamos el placer de descubrir (se me ocurre en vísperas del Día Internacional de los Museos) en el futuro nuevo museo de Vitoria, algo que le acreditará como certero símbolo de modernidad.