Ataques de Amnesia
La ley del silencio impera en el mundo de las discotecas madrileñas, que la banda de "los iraníes" liderada por tres hermanos, siembra de palizas
Tres hermanos iraníes sin permiso de residencia en España eran los supuestos cabecillas de una banda de iraníes y españoles que se dedicaba a ofrecer sus servicios de seguridad en discotecas de Madrid. Vestían a menudo con traje y se hacían llamar Ata, Bob y Ciar. Los tres estaban muy fuertes, pero no eran fuertes. En el mundo de la noche ser fuerte significa tener poder. "Y ellos en cuatro años no han conseguido más que dar palizas y controlar la puerta de tres o cuatro discotecas", señala el propietario de un local nocturno. "Controlaban las puertas para hacer pirulas dentro, claro, para manejar el negocio de la droga".Dos de ellos, de 26 y 27 años, han sido detenidos por la policía tras el tiroteo que se produjo en la discoteca Amnesia en la madrugada del martes y que acabó con la vida del portero Víctor Manuel Pozo Patón, de 29 años. Y otro permanece en búsqueda y captura. Pero la pregunta que aún se hacen los propios empresarios es: ¿A cuánta gente extorsionaban los iraníes? ¿Qué iban buscando en Amnesia la noche de los tiros?
Un ataque de desmemoria parece haber sacudido a ciertos empresarios del sector, incluido el dueño de Amnesia, Miguel Ángel Flores, quien el pasado viernes compareció por primera vez ante sus colegas para ofrecer explicaciones sobre el suceso y salió a gatas por una escalera para eludir la presencia de los periodistas, según informó uno de los empresarios con quienes se reunió.
"Los porteros de Amnesia se pasaron hace un mes siete pueblos con uno de los iraníes", declaró a este periódico el propietario de una empresa que ofrece servicios de seguridad en 37 salas de Madrid. La versión, confirmada por el grupo de Homicidios de la Brigada Provincial de Madrid, señala que uno de los iraníes se presentó en Amnesia. "No sabemos qué iba buscando allí el irano, pero el caso es que le pegaron una paliza tremenda y entonces prometió vengarse", señala un funcionario de Homicidios.
"Aquella paliza fue un desprestigio para los iranos", añadió el citado policía. "Si te dedicas a vender seguridad en las puertas no puedes dejar que le peguen a uno de los tuyos. Así que desde entonces, cada vez que se veían en algún local distinto, se amenazaban: "Un día de estos vamos a ir por allí, tened cuidado". Y los otros les contestaban: "Os faltan cojones".
Lo que no les faltaba a los iraníes eran medios para amedrentar. "En una discoteca que protegía mi empresa vinieron ellos", añade el citado empresario de porteros, "hablaron con el dueño y a los pocos días quitaron a mi gente y les contrataron a ellos. Nos echaron los iraníes. Sin embargo, yo no puedo enfrentarme a ellos. No puedo meter a 15 porteros en treinta salas esperando los 365 días del año a que vengan ellos. No hay presupuesto que aguante eso. Y los porteros míos, igual que la mayoría de los vigilantes de esta ciudad, tampoco quieren enfrentarse a los iraníes, porque la mayoría vive de otra cosa, se sacan su dinerillo en este negocio tres noches por semana, pero no quiere complicarse la vida". No era la complexión atlética de los tres hermanos y sus compinches lo que amedrentaba a ciertos dueños de discoteca, sino sus gestos: "Se echaban la mano de vez en cuando al interior de la chaqueta como el que no quiere que se note que llevas algo pero haces para que se note", añade un portero que prefiere preservar su nombre.
Ata, Bob y Ciar hablan un castellano perfecto y siempre se mostraron muy educados con la vecindad. Cada vez que alguna vecina les llamaba a la puerta diciéndoles que por favor bajaran la música y armaran menos jaleo en la madrugada, ellos se excusaban con muy buenas maneras... y seguían con la música alta.
En el chalé adosado de cuatro plantas que tenían alquilado desde hace un año en una urbanización de Majadahonda, a media hora del centro de la capital, llevaron pesas al jardín y aparcaron en menos de un año cuatro coches en la puerta y en el garaje: un Opel azul metalizado descapotable, un Golf blanco, un Peugeot 206 blanco y dos Audi A4, uno de los cuales iba sin matrícula y a veces le colocaban la matrícula de otro, según relató un antiguo vecino de ellos.
Un comentario persistente entre los puertas de la noche es que tenían controlado hasta hace pocos meses el acceso a Barnum, una de las mejores discotecas de la ciudad. Sin embargo, Víctor Cerruti, director de la sala, asegura que él lleva muy poco tiempo trabajando en Barnum y que no sabe nada de los iraníes. "Y nuestros puertas también llevan poco tiempo. De verdad que no sabemos nada".
Un empresario declaró a este periódico que sabe de al menos cinco colegas extorsionados por los iraníes. "Pero tienen hijos, igual que yo, y no se van a meter en problemas". El propio presidente de la Asociación de Empresarios de Espectáculos, Salas de Fiestas, Discotecas y Variedades de Madrid (Asfydis), Jesús Nuño de la Rosa, sostiene que varios empresarios le habían dicho también que habían sido chantajeados por los iraníes. "Pero a la hora de la verdad, cuando les digo que hablen claro se echan para atrás".
Pero si hay un caso de amnesia absoluta, ése es el del propio dueño de la discoteca Amnesia, dueño también de la sala Macumba, ambas famosas dentro de los jóvenes bakaladeros de Madrid: Miguel Ángel Flores un empresario que frisa los treinta años.
-¿Qué venían buscando los iraníes en Amnesia?
-¡Y yo qué sé! Pregúntaselo a ellos. -¿Por qué dice la policía que los porteros de Amnesia estaban esperando armados esa noche a los iraníes?
-Yo no los estaba esperando armado.
[Los responsables de Homicidios de la Brigada Provincial de Policía declararon a este periódico que los porteros habían cambiado la noche de los tiros el lugar del mostrador de la taquilla. Y que el único que no sabía de qué iba la historia aquella madrugada era el aparcacoches, que llevaba contratado pocos días en la sala].
-¿De qué conocía usted a los iraníes?
-De nada. Ni ellos a mí tampoco. Yo he organizado desde hace cinco años todas las fiestas de nochevieja para los iraníes de Madrid. Pero a éstos no los conocía de nada.
Miguel Ángel Flores cuenta, según sus colegas, con varios premios a su labor empresarial.
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