Milosevic rompe la censura militar y admite bajas y daños sufridos por su Ejército
El ministro de Exteriores yugoslavo afirma que la ofensiva aliada ha matado a 1.200 civiles
ENVIADO ESPECIALA Bojan Djordumovic lo enterraron a mediodía en un rincón del boscoso Nuevo Cementerio de Belgrado con la pompa y máxima publicidad que se merecen los héroes. La ceremonia adquirió particular significado, porque su descenso a la tumba, como el de tantos otros militares, dejó de ser un trámite anónimo. Junto con el cadáver, a la tumba se fue finalmente la política del Gobierno de Slobodan Milosevic de ocultar el impacto entre las filas del Ejército yugoslavo tras 53 días de despiadados bombardeos de la OTAN. La línea que divide objetivos militares y civiles se ha borrado hace tiempo. La Alianza dispara y dice que gana. Pero guerra en el terreno no ha habido.
El entierro de Djordumovic, un soldado de 21 años, se convirtió pues en una especie de inauguración de una era de honor y transparencia. Hasta el pasado miércoles, cuando Milosevic admitió que los ataques de la OTAN habían causado "muchas bajas entre nuestras valientes filas", de la muerte de soldados se hablaba poco. Secreto militar, decían los portavoces del Gobierno. Gracias a la distinción hecha por Milosevic -"muchas" puede sonar a ambiguo, pero denota un golpe fuerte-, el secreto ya no es secreto. En las páginas de necrológicas de los diarios yugoslavos ya no es extraño ni comprometedor meter los retratos de soldados caídos en esta guerra desigual: Yugoslavia contra 19 países. Bojan Djordumovic fue uno de ellos. Murió en las proximidades de Djakovica, cerca de la montañosa frontera con Albania. Era hijo de obreros de Belgrado. Soñaba con ser ingeniero textil. En septiembre pasado decidió hacer el servicio militar para sacarse de en medio una obligación patriótica. Luego vino la guerra. Víctima Nadie en el cortejo sabía decir si este joven bien parecido, con la boina que le agregaba romanticismo a la quijada cuadrada de un joven guerrero, murió a causa de los erráticos e incesantes bombardeos de la OTAN o si fue quizás víctima de una emboscada de los pistoleros del llamado Ejército de Liberación de Kosovo (ELK). Lo único cierto es que Bojan debió ser un tipo popular: cerca de mil personas acudieron a su funeral. El número de muchachas sollozantes, todas vestidas de negro, era un testimonio de sus evidentemente conquistadores andares en su tierra. Cuando su ataúd fue colocado en una cureña tirada por un jeep, los sollozos se mezclaron súbitamente con el familiar ulular de una sirena de alarma antiaérea. La prematura muerte de Bojan Djordumovic -y la multitudinaria despedida de sus parientes, amigos, conocidos,- tocó a un importante sector de Belgrado. Fue un lento pasar al solemne ritmo de una marcha militar en do menor bajo la sombra de molles, cipreses y, lo que fue más enigmático, bajo la mirada de una enorme y oxidada estatua que corona la principal loma del cementerio: el monumento a tantos yugoslavos caídos durante la Primer Guerra Mundial. Se trata de una estatua gigantesca. Es un homenaje en bronce a un soldado alado. Tiene desde hace tiempo la mirada clavada en el cielo. Su mano derecha empuña un fusil de esos antiguos, de manivela y cañón largo. Un mauser. Yugoslavia ya no está dispuesta a ocultar sus bajas militares. El ministro de Exteriores yugoslavo, Zivadin Jovanovic, le dijo el otro día a Mary Robinson, la Alta Comisionada de Naciones Unidas para Derechos Humanos, que la ofensiva aliada que Washington controla ha causado ya 1.200 muertes civiles. Cifras oficiales del impacto de la mas formidable empresa aérea en Europa desde la II Guerra Mundial no existen. Intentos por hallar una relación entre bajas civiles y militares -en la típica ecuación, si hay cinco civiles muertos, los militares deben ser 15- no funciona.Y la explicación no es tan complicada: en Yugoslavia no hay guerra. Lo que hay es un formidable, ciego, ataque aéreo. Los efectos de éste son mayúsculos. Nadie sabe cuántos militares han muerto.[Poco antes de la medianoche de ayer seis fuertes explosiones fueron escuchadas en la capital yugoslava, informa France Presse. Fuentes yugoslavas aseguraron de que los aviones de la OTAN bombardearon, entre otros objetivos, una gasolinera. Después del bombardeo varias localidades situadas al norte del Belgrado sufrieron apagones de luz, según señaló la radio serbia].
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