Separación de poderes
Cartel hubo y hay en la presente Feria en el que dieron y se dan lo que en otros menesteres se podría connotar como indicios razonables de competencia desnaturalizada. Empresario, ganadero y algún torero, es decir, las tres firmas recogidas en un solo documento de compromiso de celebración de un espectáculo, terminan por encerrarse en una, con la misma pirueta del decálogo católico, que no es más que el daño competitivo al resto de la comunidad taurina.La organización del escaparate de la feria madrileña, que es la exposición más sustantiva de la temporada, ha de cuidar la escrupulosidad en cada uno de los detalles. A saber, si un cartel del serial anuncia un hierro propiedad de la empresa organizadora y, paralelamente, un espada al menos ha otorgado poderes para ser representado por esos mismos empresarios y criadores de toros, la independencia y la neutralidad sufren notable menoscabo a la hora del necesario recordatorio del escalafón de matadores y de reses de bravo en orden a la confección de las combinaciones. Siempre flotará en el ambiente algún virus de insatisfacción: la acepción de personas en provecho personal del triple protagonista del acontecimiento impreso en los carteles sólo le reportará legítimas sospechas de monopolio, injusticia distributiva y ampliación de posición dominante. Si el éxito artístico final nublase estas consideraciones de procedimiento, no por ello los imponderables de concepto perderían vigor.
El meticuloso reglamento de la fiesta nacional que rige la disciplina del arte de torear debería contemplar alguna suerte de dificultad para estas prácticas de trust económico con los toros. La separación de poderes entre los tres estamentos de la escenografía taurina pertenece aún a la categoría de las ambiciones estatutarias, cuando el público sostenedor del negocio asiste y asiente con natural satisfacción a esa segmentación en los diversos campos económicos y políticos, con la inspiración de los montesquieus y lockes de turno.
Mientras se establecen directivas de la competencia en Bruselas, aquí, en las dehesas siguen paciendo los toros que no se lidiarán en San Isidro, y algunos toreros adscritos a despachos patrocinadores distintos a los que tienen tutela sobre determinadas organizaciones siguen rumiando sus esperanzas, pero con las posibilidades negadas para explotar sus capacidades con motivo del ciclo de mayo. Cierto es que, al tratarse de una feria tan prolongada y, por tanto, abierta a numerosas comparaciones en el juego y habilidades de toros y toreros, las potencialidades de sorpresa se multiplican, merced fundamentalmente al ponderado juicio del público, que puede encumbrar, resucitar y sacar del anonimato a divisas y toreros preferidos por lo general.
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