"Me gusta la tensión dramática en los conciertos"
El pianista Jeremy Menuhin (San Francisco, 1951) no pudo actuar anoche con su padre en el Festival Internacional de Música y Danza de Úbeda (Jaén). Apenas hace dos meses que el violinista Yehudi Menuhin murió y ahora su hijo hace repaso de los conciertos, de los momentos que pasó con él. Jeremy Menuhin se considera un londinense europeo, tiene pasaporte suizo y nació en Estados Unidos.Pregunta. El concierto de Úbeda es un homenaje a su padre. ¿Por eso ha seleccionado a compositores como Bach, Schubert o Beethoven?
Respuesta. Después de la muerte de mi padre tuve problemas para concentrarme. Mucha gente quiso acompañarme en el sentimiento, lo que hacía que las circunstancias fuesen muy difíciles. Ahora ya he iniciado otra vez la gira de conciertos, pero algunos de ellos los tenía programados con él. La elección de las obras para Úbeda se debe a que personalmente me gusta cierta tensión dramática en los conciertos.
. Los padres son un condicionante para cualquier hijo. ¿Cómo ha influido en su caso la relevante figura de Yehudi Menuhin?
R. La vida familiar para nosotros no era lo más esencial. Era importante, pero reducida. La influencia de mi padre fue específicamente musical porque fue de esa forma como nosotros nos relacionábamos. Por eso la influencia de mi padre es esencial en mi música.
P. ¿Encontrará alguna vez en el escenario o en un estudio de grabación a un compañero como lo fue su padre cuando interpretaron juntos las sonatas de Bartok? R. No, pero estoy obligado a encontrarlo.
P. Yehudi Menuhin creía que la música podría llegar a ser un antídoto contra la violencia. ¿Comparte su opinión?
R. Él esperaba que lo fuera. Decía que la música se tenía que enseñar en las escuelas primarias porque sería una guía para fomentar los sentimientos en los niños y, como consecuencia, se podría llegar a ayudar a eliminar los problemas sociales. Debe ser eso parte de verdad porque todos los músicos son gente muy civilizada que no usa la violencia. Aunque también es cierto que la música no ha conseguido terminar con ella. No evitó que se llevase a tanta gente a los campos de concentración en Alemania y los nazis que los dirigían muchas veces eran amantes de la música. Mi padre, en cualquier caso, estableció un proyecto en Bélgica, que existe también en España, para intentar poner en los colegios la música como parte del currículo. Esos proyectos son muy importantes porque introducen en el niño el ritmo, fomentan la sociabilidad, la actividad física, emocional y espiritual.
P. Los Rolling Stones no despertaron entusiasmo en su padre cuando los vio en directo. Llegó a preguntarse qué le depararía a la civilización después de aquello. ¿El pop, el rap o el hip-hop le sugieren a usted la misma reflexión?
R. En realidad, yo no escucho nada de eso, no estoy interesado. Me gusta el jazz, pero no lo conozco a fondo. Esa música tiene una función diferente a la clásica. Son sociológicamente diferentes y, además, soy muy escéptico sobre la relación que algunos creen que puede existir entre ambas.
P. ¿Los concursos son una alternativa para los pianistas jóvenes que buscan una salida profesional?
R. Me pregunto el motivo por el que hay tantos concursos, que muchas veces son enemigos de la auténtica interpretación y del sentimiento artístico. Cada vez es más difícil distinguir lo que es profundo de lo que no lo es. La mayoría de los músicos que está tocando ahora no tienen una auténtica cultura y no tienen capacidad para conectar con el pasado.
Babelia
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