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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

En el mal camino

EL IPC de abril ha rebasado las previsiones más adversas de los últimos días. El Gobierno había ido dosificando sus mensajes en esa dirección, preparando a la opinión pública para lo que sin duda es una mala noticia. La tasa anual de inflación se ha situado en el 2,4% y la inflación subyacente -el indicador de los precios que excluye los productos más volátiles, como los alimentos frescos y los combustibles- ha subido el 2,5%.El promedio de los once países del euro se mantiene en una inflación inferior al 1%. Las consecuencias para España de la tendencia a ampliar ese diferencial pueden ser importantes: en primer lugar, supone una reducción adicional en la competitividad exterior que dificulta el recorte del abultado déficit comercial y por cuenta corriente de la balanza de pagos. De proseguir el repunte inflacionista, afectará igualmente al empleo, complicando la reducción del paro al favorecer el crecimiento de las importaciones. En segundo lugar, la coexistencia de esa inflación con los actuales niveles de tipos de interés, lejos de favorecer la contención del crecimiento de los precios, no hace sino alimentar la expansión de la demanda de consumo privado, y con ella, los riesgos de repuntes adicionales; los tipos de interés reales están en niveles históricamente bajos, disuasores del ahorro.

Con estas premisas, cabe preguntarse sobre el efecto de las medidas de choque decididas por el Gobierno, en qué momento se dejarán notar y, lo que es más importante, cuánto van a durar. Cuando se tomaron ya se advirtió del peligro de que sus repercusiones fueran poco más que testimoniales. Su metodología y eficacia son discutibles para luchar contra un desequilibrio que en gran medida tiene raíces más profundas que las que podrían eliminarse mediante circunstanciales intervenciones en algunos precios sobre los que todavía conserva el Gobierno alguna influencia. Por tópico que resulte, han de ser reformas definitivas en los mercados, y muy especialmente en algunos sectores que todavía permanecen cerrados a la competencia real las que favorezcan una aproximación de nuestros precios a los vigentes en las economías con las que estamos integrados.

Francia y Alemania, por ejemplo, se mantienen en tasas holgadamente inferiores al 1%, a pesar de que han registrado un repunte en su correspondiente IPC; y sus economías suman una parte muy elevada de nuestros intercambios exteriores. El comercio con estos dos países seguirá determinando la dirección de la política monetaria, adversa a la convergencia con Europa, que precisa la economía española.

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