El sueño de Olga Borodina
Diez años después de haber ganado el concurso Francesc Viñas, la mezzosoprano rusa Olga Borodina regresa a Barcelona para cumplir la mitad de un sueño largamente acariciado. Siempre ha querido debutar profesionalmente en el Liceo -sólo pisó su escenario en 1989 en el concierto final del Viñas-, pero el teatro ardió tres días antes de su primer recital, previsto para el 3 de febrero de 1994. Han pasado otros cinco años y Borodina cumplirá esta noche, aunque sea en el Palau de la Música, la mitad de ese sueño: debutar en una temporada del Liceo. La otra mitad se hará realidad en diciembre, cuando actúe finalmente en el reconstruido teatro con el Réquiem, de Verdi. Borodina, gran estrella del teatro Mariinski, ex Kírov, de San Petersburgo y una de las grandes voces rusas de mayor proyección internacional, debuta en la temporada liceísta con un recital y acompañada al piano por Dmitri Yefimov. En el programa, dedica la primera parte al repertorio barroco, con arias y canciones de Vivaldi, Marcello, Sarri, Pergolesi, Paisiello, Purcell y Händel. En la segunda, interpretará uno de los ciclos representativo del repertorio ruso: las Canciones y danzas de la muerte, de Mussorgski. Artista favorita del director Valeri Gergiev, la batuta rusa más cotizada de la actualidad, Borodina es una referencia cuando se habla de las óperas y las canciones de Chaikovski, Borodin, Glinka, Rimski-Kórsakov, Mussorgski y Prokófiev. Pero gracias a su flexible, homogénea y luminosa voz, y a su gran temperamento escénico, ha conseguido deslumbrar en el repertorio francés e italiano, con especial éxito en el terreno verdiano y en obras como Sanson y Dalila, de Saint-Saëns; Carmen, de Bizet, y La condenación de Faust, de Berlioz.-
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