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ELECCIONES 13-J Municipales

La guerra, a la vuelta de la esquina

El conflicto en Yugoslavia se ve con frialdad desde Rota y Morón, a pesar de la cercanía de las bases estadounidenses

Según pasan los días (y van 51), las noticias de los bombardeos de la OTAN sobre Serbia se van alejando de lo monstruoso para acomodarse en el magma de lo molesto pero cotidiano. España tiene varios aviones, barcos y personal de tierra en la zona, pero la guerra en Yugoslavia también se vive en territorio español de forma palpable: las bases de Rota y Morón de la Frontera están en la punta de la lanza de la estrategia estadounidense en Europa.Pero para muchos españoles este estado de guerra no es novedad. Los vecinos de Rota están acostumbrados a servir de albergue a la VI Flota estadounidense desde los primeros años 50, y los intensos bombardeos sobre Serbia ni siquiera suponen uno de los momentos de mayor tensión o de más movimiento de buques y aeronaves.

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La Guerra del Golfo, en 1991, sí fue algo que se recuerda como especial. El cielo estaba lleno del ruido de los grandes reactores y en las calles del pueblo había centenares de marineros comiendo -y sobre todo bebiendo- en su escala camino del Pérsico. A fuerza de costumbre, los vecinos de Rota relativizan las guerras. Al fin y al cabo, es el oficio de un vecino ejemplar y dadivoso, al que le deben gran parte de lo que son y, especialmente, de lo que tienen.

En este pueblo de 25.000 habitantes, alrededor de 2.000 familias -entre trabajadores fijos y contratas- comen gracias a los estadounidenses. "Es como si te tocara la Primitiva todos los días", asegura el altísimo camarero del mesón El Marinero. Los lugareños que consiguen un puesto con los norteamericanos tienen jornadas más largas que los que lo hacen con la Marina española, pero cobran más y, lo más importante, según señalan entre risas varios de ellos, trabajan mucho menos: "Es muy fácil perderse por entre los árboles, que la base es muy grande".

El beneficio que aportan los militares estadounidenses a Rota no se limita al trabajo asalariado en la base. Varios centenares de ellos viven en el pueblo o en los alrededores en casas alquiladas. Aunque no salen demasiado, algunos restaurantes, como El Pesebre, están acostumbrados a llenar de chuletas de Ávila y cerveza los estómagos de soldados, pilotos y aviadores. Por lo demás, casi todo se lo traen de EE UU en grandes aviones.

Desde el Ayuntamiento nadie se ruboriza a la hora de admitir que las más de 2.400 hectáreas de las instalaciones militares (el 30% del municipio) albergan la primera industria del pueblo, aunque a toda velocidad regalan folletos turísticos con el proyecto inmobiliario de la Playa de la Ballena. El futuro que se quiere.

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Pero, prácticamente el 70% de la economía local depende directa o indirectamente de la base en general y de los estadounidenses en particular. Por supuesto, también hay recuerdos de las peleas de los años 50 con "los americanos" o el inevitable fanfarroneo sobre los escarceos sexuales entre los roteños y las soldados.

En definitiva, las estrechas relaciones con el norteamericano de la puerta de al lado alejan los pensamientos de la guerra, tan cercana al fin y al cabo. No hay preguntas entre buenos vecinos. A pesar de que ha habido algunos despidos en los últimos años, nadie está por la labor de que desaparezca la base y las tierras se vuelvan a cultivar. Los roteños prefieren ser camareros que labradores.

Morón es otra historia. La base aérea conjunta está bastante alejada de un pueblo que vive tranquilamente de su agricultura y de las pequeñas empresas de yeso y escayola. No se ven estadounidenses por las calles y su impacto en la economía es mínimo en este pueblo de 30.000 habitantes. En la base de aviones cisterna trabajan apenas cien españoles.

A pesar de que el roce es menor, ni en Morón ni en El Coronil se cuestiona la guerra. A veces parece que no existe ni siquiera como tema de conversación. Tan sólo el alcalde de El Coronil, Diego Cañamero, del Sindicato de Obreros del Campo, se lamenta del uso militar de unas tierras que vendrían bien a un pueblo plagado de jornaleros en paro. "Pero si no respetan ni a China, van a hacer caso a El Coronil", sentencia con una pegatina contra los bombardeos en la solapa.

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