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Las intrigas cortesanas de 'Acis y Galatea'

La temporada de ópera de Mallorca recupera una hilarante zarzuela barroca de Literes

La temporada de ópera de Mallorca ha abierto su ciclo en el teatro Principal de Palma con riesgo e inteligencia. Riesgo porque inaugurar con un título desconocido del barroco español como Acis y Galatea, de Antonio de Literes (o Lliteres, Artà, 1673-Madrid, 1747), y programar nada menos que tres representaciones, supone jugar fuerte con un público que mayoritariamente prefiere los grandes títulos reconocibles del repertorio. E inteligencia porque hoy, en materia lírica, cuesta mucho diferenciarse, programar de forma atrevida y rompedora.

Esta Acis, exhumada por Eduardo López Banzo al frente de su grupo Al Ayre Español, lo tiene todo: calidad musical, frescura, desfachatez e ironía a raudales. Se trata de una zarzuela de corte estrenada en el Buen Retiro en 1708 con motivo del 25º aniversario de Felipe V, una pieza celebratoria, de argumento mitológico, con tantas partes habladas -en verso, por supuesto- como cantadas. Enunciado así, el espectáculo puede sonar a tostón. No lo es. Resulta que se inscribe de lleno, con hiriente y explícita mordacidad, en los acontecimientos políticos del momento en que se creó. Literes había sido maestro de la capilla real de Carlos II. La llegada al trono del primer Borbón le acarreó un primer momento de zozobra en su trayectoria, que superó integrándose más tarde en los servicios culturales del nuevo monarca. Lo consiguió sin duda por méritos propios, aunque también, cabe suponer, a base de intrigar para ganarse una confianza empañada por sus anteriores fidelidades.Acis es de hecho una hilarante muestra de maniobra política puesta en música. Aparentemente no se trata más que de un ejercicio arcádico sobre la rivalidad entre el cíclope Polifemo y la divinidad marina Galatea, enamorada del pastor Acis, todo ambientado en una serena corte de ninfas y pastores. La realidad es que esa corte de serena no tiene nada, los puñales en ella vuelan bajito. Polifemo, ridiculizado hasta la crueldad, representa en esta obra al aspirante al trono de la casa de Habsburgo, mientras que Galatea es la encarnación de FelipeV. Literes sirve el gran embrollo con elegancia italiana. La teoría barroca de los afectos le permite una aséptica atribución de los números musicales: aquí el aria de ensoñación, allá la de la venganza, más allá la de la reconciliación. Todo ello trabado por los coros, encargados de realzar los sentimientos a los que la acción da lugar, y por las escenas narradas para hacer avanzar la acción. Una rígida formalización, pues, pero para hablar de cosas terrenales y cotidianas: celos, traiciones, rivalidades.

Eduardo López Banzo ofrece una versión vibrante, por entero confiada a la riqueza rítmica (Literes no fue hombre de desarrollos complejos: buscó la efectividad melódica antes que las honduras contrapuntísticas). Si hay que ponerle algún reparo a la orquesta es de dimensiones: para un teatro como el Principal (900 localidades), un efectivo de nueve intérpretes queda algo corto de sonido. Buen reparto vocal, encabezado por Ángeles Tey (Galatea), Lola Casariego (Acis), Xenia Meijer (muy relevante en el papel de Glauco, hermano de Galatea) y Marisa Roca (ágil como Doris, que disputa a Galatea el amor de Acis). Brillante el coro, el Studium Cor de Cambra. Algo inferiores las partes habladas: pero hay que convenir que el texto es complejo, muy especialmente el que corresponde a Polifemo, encarnado por el actor José María Juan de Senmenat, que tuvo algún tropiezo. Capítulo aparte hay que hacer para la puesta en escena, firmada por Rafel Lladó. Se echa en falta ahí un mayor arrojo, tratar a la obra con el desparpajo con que ésta habla al espectador. Es cierto que incluye algunos efectos vistosos, pero en general falta un mayor vuelo de la imaginación, una intencionalidad más gamberra para subrayar los guiños y las maldades de la pieza.

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