Empieza el derribo de 193 pisos con aluminosis en el Turó de la Peira
Se inició ayer el derribo de una de las manzanas de los edificios más dañados por la aluminosis en el barrio del Turó de la Peira, en Barcelona, la situada entre las calles de Montmajor, Montsant, Cadí y Aneto. Con el derribo empezó la cuenta atrás para 193 pisos situados muy cerca del inmueble, que en 1990 se hundió y causó la muerte de una mujer. Aquel accidente puso al descubierto el deteriorado estado en que se encontraban numerosos edificios a causa de la aluminosis, una de las peores herencias del desarrollismo.
En los nueve años que han transcurrido desde aquel fatídico suceso que sacudió la convivencia en este tranquilo rincón de Nou Barris se han edificado 377 pisos y otros 71 se están acabando. El proceso de sustitución de los bloques en mal estado por otros nuevos avanza, aunque a un ritmo demasiado lento, según opinan los damnificados. La demolición de ayer se hizo por el sistema tradicional, sin la espectacularidad de las voladuras a base de explosivo goma 2, pese a que no estuvo exenta de tensión. Mientras el director general de Arquitectura y Vivienda,Ramon Roger, y el concejal del distrito, el socialista Antoni Santiburcio, propinaban los primeros mazazos a la fachada de la calle de Montsant, en la parte de atrás del bloque todavía seguía despachando la panadera Carmen Massana, que se niega a marcharse hasta que el Ayuntamiento la indemnice con la cantidad exigida. La historia de los panaderos del barrio llamaba ayer tanto la atención al vecindario como los trabajos de derribo, que no acabarán hasta dentro de un mes. Las pintadas que rodean toda la manzana ilustran la impaciencia de unas familias que tienen prisa por mudarse al piso nuevo y acabar cuanto antes con la agonía que empezó para ellos el 11 de noviembre de 1990, cuando las vigas aluminosas del bloque 33 de la calle de Cadí cedieron. Se confirmaban así los peores augurios de los habitantes del Turó sobre la deficiente construcción de las fincas que levantó la inmobiliaria de Román Sanahuja por los años cincuenta. Entre el público que jaleaba ayer a Santiburcio y a Roger para que dieran fuerte, cuando éstos propinaban los primeros mazazos, se oían alusiones a los vicios ocultos de unas obras que desde siempre les inspiraron poca confianza. Un vecino recordaba ayer que su cuñado era uno de los aparejadores de la obra y que se despidió de Sanahuja cuando comprobó que trabajaban a toda velocidad sin dar tiempo a que el cemento se secara. Como acostumbra a pasar en todos los derribos de viviendas, también ayer había vecinos en la calle de Montsant que no encontraban palabras para explicar la tristeza que les causaba contemplar por última vez su antiguo hogar. El Ayuntamiento y la Dirección General de Arquitectura y Vivienda de la Generalitat están colaborando codo a codo en todo el proceso de renovación del pisos más deteriorados.
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