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Queremos ser un Estado FRANCESC DE CARRERAS

Francesc de Carreras

El documento que ha aprobado esta semana el Consell Executiu de la Generalitat sobre el autogobierno es un nuevo paso adelante en la lógica de un nacionalista como Jordi Pujol. Fue Lenin quien popularizó la conocida táctica de dos pasos adelante y uno atrás. Pujol es, en esto, un consumado leninista. Continuamente está practicando tal ejercicio y pronto tendremos el paso atrás. En realidad, lo afirmado ahora en el documento que comentamos ya era doctrina nacionalista emergente desde hace unos años, por lo menos desde que Roca y Alavedra dejaron de ser influyentes. Tal doctrina apareció primero en un documento interno que se filtró a la prensa, el llamado documento Argullol, por el nombre de su autor, hace ya de ello cinco o seis años. Su espíritu estaba presente también en la llamada Declaración de Barcelona, aprobada en julio pasado por CiU, el PNV y Coalición Gallega, y en el borrador que la acompañaba. La conferencia de Pujol en ESADE hace tres meses, verdadero disparo de salida de la actual campaña electoral, proponía también más o menos lo mismo. Finalmente, ahora se presenta de forma oficial, mediante acuerdo del Gobierno catalán, al parecer para que sirva de texto básico a un debate parlamentario de cierre de legislatura. La filosofía en la que se inspira el texto del documento no es otra que diferenciar Cataluña de las otras comunidades autónomas, de acuerdo, como decíamos antes, con la lógica nacionalista de proponer siempre un techo más alto de autonomía hasta el día en que se llegue a pedir el objetivo final, un Estado formalmente independiente. En realidad, las propuestas del documento están sólo a un paso de tal independencia y, aunque dicen no querer reformar la Constitución, lo que se exige es un cambio tan profundo que muy difícilmente puede obviar la modificación de su texto. En definitiva, lo que se quiere -y se afirma expresa y literalmente- es cambiar la "estructura del Estado" y dar a Cataluña una "posición de Estado" dentro de la España de las autonomías. Con ello la autosatisfacción y la necesidad psíquica de sentirse Estado, tan propia de todo nacionalismo, se siente colmada y, así, se presenta como algo natural e imprescindible aquello que es, simplemente, un mero deseo de más poder político, con independencia de su necesidad, su funcionalidad y su eficacia. Es decir, sin tener en cuenta los beneficios que tal aumento de poder y tal soberanía pueden aportar a los ciudadanos. Además, ello se plantea en un contexto claramente electoral y en una posición incómoda para Convergència ya que un amplio sector de su electorado no está de acuerdo con el apoyo prestado al PP en Madrid. Con esta aparente radicalización de sus objetivos, Pujol efectúa una maniobra con una finalidad parecida a la que tuvo en su momento la reforma de la ley del catalán: atraerse a los sectores más nacionalistas de su electorado que, peligrosamente, se están inclinando hacia Esquerra Republicana. Ya tendrá Pujol otro lenguaje para los sectores moderados -lo ha usado esta misma semana en una conferencia pronunciada en Madrid-, que, neutralizado en parte el efecto Piqué, le permitirá asegurar el voto conservador. Una vez más, Pujol ha sido el más hábil y los socialistas, también una vez más, han caído torpemente en las redes que el presidente catalán les ha tendido. En efecto, tras el muy grueso paquete de leyes aprobadas antes de fin de año -en previsión de que se convocaran elecciones en marzo-, el Parlamento catalán no tenía, por falta de tiempo, ninguna otra tarea que realizar más que el control del Ejecutivo. Ello constituía un serio peligro para Pujol, ya que podía poner al descubierto las enormes debilidades de la obra de gobierno de CiU en los últimos 20 años. Pero Pujol les puso una sencilla e inocente trampa: "El Parlamento de Cataluña dedicará estos meses a debatir las necesidades de un nuevo techo competencial y crearemos una comisión al respecto". El PP, mucho más listo, tomó rápidamente sus distancias. El habitual acomplejamiento socialista cuando alguien amenaza con dudar de su catalanidad hizo que el PSC apoyara con entusiasmo la iniciativa e incluso que cediera la presidencia de la comisión a Carod-Rovira. Ahora se encuentran con los resultados: CiU ha efectuado una propuesta de máximos que hará resaltar la tibieza catalanista de los socialistas, reafirmará a los nacionalistas ante sus bases más radicales, permite un desmarque del PP que agradará a los muchos que están en desacuerdo con la propuesta de Pujol y, finalmente, éste seguirá haciendo el discurso que agradará a los conservadores moderados. Maragall, por su lado, está rebuscando en Poblet lo que su adversario ha encontrado, hace ya muchos años, en Montserrat.

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